Madre, hija y nieta tocan a muerto

Xosé María Palacios Muruais
Xosé María Palacios VILALBA / LA VOZ

GUITIRIZ

Alberto López

Tres mujeres de una familia, campaneras en Guitiriz, anuncian entierros y aniversarios

14 ago 2018 . Actualizado a las 11:57 h.

Si en Labrada (Guitiriz) suenan las campanas, se sabe que alguien acaba de fallecer o que se anuncia la próxima celebración de su aniversario. Lo que ya no está claro es saber exactamente quién las toca, puesto que en esta parroquia del municipio de Guitiriz son tres las personas que desempeñan ese cometido, aunque las tres pertenecen a la misma familia.

Raquel Alvariño (62 años), Branca Villar (39) y Zeltia Medín (15) son madre, hija y nieta. Parece claro que la relación con el oficio es cosa de familia, pues Antón Villar, marido de la primera de las tres, ya ejercía de sacristán en la parroquia. Aprender el oficio no parece cuestión especialmente difícil, según explica Branca Villar, que de todos modos matiza que sí hace falta tener «un pouquiño» de habilidad. La clave, dice, está en dar un toque y esperar a que empiece a bajar la vibración para dar el siguiente. «Tes que tirar, pero non moi forte», aclara su madre.

Los toques de las dos campanas, cuya presencia en el campanario de la iglesia parece remontarse al siglo XVIII, solo se efectúan para anunciar entierros y aniversarios, aunque hasta ese aspecto tiene sus particularidades: si el fallecido es un hombre, se hacen varias series con tres toques en la campana grande y tres en la pequeña; si se trata de una mujer, se dan tres toques en la pequeña y uno en la grande.

Aunque la madre y la hija tienen sus trabajos -la pequeña estudia en el instituto de Guitiriz-, hay un detalle que facilita la realización de la tarea: la casa familiar está a pocos metros de la iglesia, con lo que pueden acercarse, tocar un rato, volver a casa y regresar de nuevo a cumplir con el cometido.

Para tocar, hay dos posibles ubicaciones. Una es el campanario, con el inconveniente de que las escaleras de acceso están situadas en el exterior del templo y se corre algún riesgo si hay humedad. La alternativa consiste en tocarlas desde el atrio, moviendo las cuerdas.

El oficio es mucho más una cuestión de tradición y de vocación que de otros detalles. Branca Villar explica que reciben una pequeña cantidad, aunque destaca que es algo «ben merecido», ya que tanto se toca si hay buen tiempo como si la lluvia o el frío atacan la parroquia. Tanta es la pasión que ponen al trabajo que hasta las campanas de su parroquia les parecen diferentes a otras.

«Teñen un tanxido moi bonito», dice la segunda en edad de este singular trío. Incluso admite que cuando va a otros sitios, se fija en ver y en escuchar otras campanas, lo que le sirve para reforzar su impresión de lo mucho que valen las de su parroquia. «Que vou dicir, por Deus», comenta con buen humor.

Tampoco parece haber duda en cuál de estas tres campaneras domina con más soltura el oficio. Cuando se hace la pregunta, Zeltia reacciona rápidamente y señala a su madre, que hasta es capaz de percibir matices en el sonido en función de las condiciones meteorológicas: dice que si hace frío o si hay mucha humedad, la vibración es distinta a la de los días de calor. Por lo general, es Branca Villar la que se ocupa de tocar; si alguna razón se lo impide, la suple su madre, y si esta tampoco puede, queda la alternativa de la más pequeña.

Tocar las campanas puede suponer una práctica que sorprenda a los jóvenes de hoy, aunque en algunos entornos se asume sin gran asombro. La más joven de esta familia relata con una apabullante brevedad lo que le comentan cuando confiesa que toca las campanas: «Vale. Ok», es la respuesta que le dan.

Que el mantenimiento de esta tradición es motivo de satisfacción entre los vecinos no admite duda. En la parroquia no quedan tiendas, y el último bar cerró hace varios meses. Las campanas son, pues, una manera de saber que ha muerto alguien o que se va a celebrar un aniversario. De todos modos, Branca Villar admite que sería interesante recuperar los toques en días de fiesta.