El vecino de Guitiriz que murió durante el entierro de su mujer

X.M.PALACIOS / SUSO PENA GUITIRIZ / LA VOZ

GUITIRIZ

SUSO PENA

El jueves se cumplieron 35 años del fallecimiento de Jesús Santamariña, vecino de la parroquia de Mariz

06 feb 2018 . Actualizado a las 23:12 h.

Jesús Santamariña Pardo murió el 1 de febrero de 1983. Su muerte causó una gran conmoción en el municipio de Guitiriz, ya que falleció mientras se desplazaba de su casa a la iglesia de Mariz, parroquia en la que vivía, para asistir al entierro de su esposa. Su mujer, Dominga Santamariña López, había muerto dos días antes, el 30 de enero.

La muerte fue fulminante: no se pudo hacer nada para reanimarlo, y el cadáver fue llevado al domicilio familiar, en donde fue velado, como se había hecho pocos días antes con su esposa. La salud de Jesús Santamariña Pardo, que se acercaba entonces a los 80 años, era ya un poco delicada, hasta el punto de que el médico le había aconsejado no acudir al entierro. Como estos días, el final de enero y el comienzo de febrero tuvieron entonces un tiempo claramente invernal, y se veía la nieve en la zona.

El fallecido había nacido en Mezonzo, barrio de la parroquia de Mariz. Con su matrimonio cambió de aldea y pasó a vivir en la de Xestelas, en la que residía su mujer, pertenecinete a la casa de Xan de Xestelas. El matrimonio se dedicó a la agricultura y a la ganadería. «A casa dela era das máis fortes da aldea», recordaba anteayer Francisco Barral, un vecino de Mariz emparentado con esa familia por su esposa.

Las circunstancias de la repentina muerte de Jesús Santamariña causaron una gran impresión: «Se fose hoxe, igual non causaba tanta; pero daquela...», comentaba Francisco Barral, que reconoce que el hecho lo impactó: «Menuda impresión», decía. Por otro lado, el fallecido tampoco pasaba inadvertido por su buena planta y por su corpulencia.

A los dos entierros asistieron numerosos vecinos, recuerda ese familiar. «El era ben coñecido», explica. Cuando el matrimonio murió, los hijos ya no vivían en la casa familiar. Una de las hijas, que había emigrado a Bilbao, murió después, y sus cenizas fueron trasladadas al cementerio parroquial para estar junto a los restos de sus padres.

Como era habitual en aquellos tiempos, los dos fallecidos fueron velados en su casa. Su muerte supuso que la vivienda quedase deshabitada, aunque no cayó en el olvido. Años después se le colocó una nueva cubierta, y además, al lado, una de las hijas del matrimonio, residente en la cercana localidad coruñesa de Teixeiro, acabó construyendo una casa.

Una hermana del fallecido, Flora, emigró a Cuba. Al volver a Guitiriz, ella y su esposo montaron en la villa un negocio que se haría conocido y que duraría décadas: fue Casa Cabado, que tuvo bar y tienda de ultramariros y que con los años acabó en manos de otros dueños ajenos a la familia. El establecimiento ceró recientemente tras haber acogido una tienda de alimentación en la última etapa.

El médico le había aconsejado no acudir al sepelio porque su salud ya era delicada

Una hija falleció en Bilbao, y sus restos fueron traídos al cementerio donde reposan sus padres