«E cando morramos, ¿quen vai coidar de todo isto?»

SUSO VARELA / ÓSCAR CELA PIORNEDO / LA VOZ

CERVANTES

OSCAR CELA

Vecinos y hosteleros piden medidas urgentes para evitar la sangría demográfica de la comarca

21 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Al doblar la esquina de la palloza, aparece una hermosa vaca rubia, parsimoniosa con su choca, rompiendo el silencio del valle. Parece como si intentase beber el agua que baja por la paja de la palloza. «Tranquilo. Aquí xa non hai nenos, e só unha vaca, e cada vez quedan menos», explica con ironía realista un vecino de Piornedo. Esa vaca solitaria, casi sagrada, paseando entre un conjunto patrimonial declarado BIC, es una foto que refleja bien el estado de un lugar que por una parte tiene todos los marchamos de protección posibles pero que a la vez parece que se han olvidado del más importante, el hombre.

«Sentímonos abandonados, parece que non existimos. Si; hai uns anos, cando nos movemos para reclamar que se amañasen as pallozas que se caían, houbo moito ruído e promesas, pero teitouse e fixéronse unhas obras de mellora, e adeus», se lamenta un hostelero. Otro vecino, que vivió y trabajó en el País Vasco y Cantabria durante años y que vive ahora sus últimos años junto a un par de vacas, es más explícito: «E cando eu ou os poucos veciños que estamos aquí morramos, ¿quen vai coidar de todo isto?».

En Piornedo apenas viven cuarenta personas, pero con una edad media muy alta. «A xente que residía antes nas pallozas e nós agora imos mantendo isto. Pero... ¿e cando faltemos? Porque vivir aquí cada vez é máis difícil e ninguén quere vir», reflexiona el vecino que vio cómo en otras comunidades del norte peninsular «si se valorou e conservou a natureza e o patrimonio».

Los vecinos de Os Ancares siguen mirando con recelo cualquier palabra que les recuerde un futuro parque natural. Y es que cualquier movimiento que hagan en su vida diaria casi tienen que pedir permiso. Os Ancares es ZEPA (conservación de aves), paisajes pintoresco, reserva nacional de caza, zona de protección del oso pardo, Reserva de la Biosfera y, sobre todo, Red Natura, la máxima protección y percibida por muchos vecinos como un problema. «Póñennos en valor a montaña con numerosas declaracións, e vale, está perfecto; pero o que non poñen en valor son os proxectos de mellora de vida e a promoción axeitada», explica una vecina.

No solo los vecinos lamentan la falta de inversiones. También los turistas de la comarca y los ancarinos que viven en las ciudades se quejan de las malas comunicaciones, la ausencia de un plan específico de turismo o de favorecer la creación estructuras económicas que asienten población y riqueza. Ven con recelo como en otros lugares, con más votantes y poderes económicos, las administraciones -especialmente críticos con la Xunta- les discriminan. «Hai que facilitar a permanencia da xente, potenciar a chegada de xente nova e para iso hai que crear servizos, transportes... se non queremos frear o abandono das aldeas e o deterioro que iso conleva», explica un hostelero.

Los vecinos de Cervantes recuerdan que precisamente la ola de incendios del pasado octubre debería abrir los ojos a las administraciones: «Protexer non é impedir que rocemos, que se fagan camiños, sendeiros... cousas mínimas para evitar desgrazas», señala una vecina.

Un veterano hostelero de Piornedo siempre recuerda que la penosa imagen -casi similar a la de Buñuel en Las Hurdes- que transmitió en 1977 un reportaje de TVE sobre su aldea fue el motor para que después el abriese un negocio. Mejor nos quedaremos con la visita que el 18 de septiembre de 1903 publicó La Voz de Galicia, en el viaje que hizo Marcelino Dafonte por Os Ancares: «El vecino Pascual Rosón, el solo suple, para el viajero, a quien la curiosidad artística o científica, las exploraciones industriales o el simple turismo, lleva por vericuetos tales, cuanto el Estado debiera hacer y no hizo. Dos problemas capitales, el de la locomoción y el de la subsistencia, no se resuelven en aquellas montañas sino mediante la providencial intervención de un hombre así». 115 años después de este relato, el trato vecinal sigue siendo igual de hospitalario.

«Poñen en valor a montaña, perfecto; pero esquecen os proxectos para que vivamos aquí»