«Para min a lealdade é o máis grande que pode haber no mundo enteiro»

Benigno Lázare

BECERREÁ

A su modo, este ex alcalde siempre se expresó de forma tan clara como el agua que lleva el Navia cuando cruza Becerreá

04 oct 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

«¿A ver...?», inquiría una potente voz cuando sonaba un teléfono móvil durante un pleno de la Diputación. Era Antonio Fernández Pombo, alcalde de Becerreá desde el año 1981 y diputado provincial hasta las pasadas elecciones municipales. Hombre de bastante carácter y pocos complejos, fue el primero que dijo que dejaba la cosa política cuando las aguas del PP comenzaron a estar revueltas y a movérsele la barca a Cacharro. Se fue con todas las consecuencias y no quiso saber más nada de la vida pública. Como está jubilado, ahora se dedica con más intensidad a su gran pasión, las antigüedades, y a cuidar una finca en la que tiene hortalizas, trigo, centeno, gallinas y algunos animales más.

Entró en la política local porque Gerardo Pardo de Vera lo incluyó en el tercer o cuarto puesto de la lista de Alianza Popular, con la que ganó las primeras elecciones democráticas en 1979. «Non era eu só amigo; dos de Pardo de Vera creo que eramos amigos todos os de Becerreá», matiza Antonio Fernández Pombo, Guillén , para escenificar el primitivo motivo que lo llevó a la política. Sigue relatando que posteriormente Gerardo tuvo un enfrentamiento con Fraga y lo expedientaron, teniendo que dejar el cargo.

Dos concejales se habían marchado y el resto del grupo también se quiso ir con el alcalde, «pero chamounos o partido a contas e dixéronnos que a nosa lista fora a gañadora, e porque houbese ese problema non podiamos deixar o Concello», dice Guillén, que fue de ese modo como se convirtió en el primero de la lista y en nuevo alcalde. «Mentras estiven na alcaldía vivín para o Concello, e xa tiña ganas de facelo tamén para a miña familia», responde a la pregunta de por qué se fue. Dice que ya antes de que se confirmase que Francisco Cacharro no iba a figurar en las listas del PP, él ya le había dicho que lo dejaba. Sin embargo, reconoce que si Cacharro siguiese «non sei o que faría».

Con el anterior presidente de la Diputación aún no volvió a hablar porque solo coincidió con él en una comida multitudinaria y no tuvieron la oportunidad de hacerlo. Ahora ve los toros desde la barrera pero su fe conservadora se mantiene intacta, «porque nunca fun socialista nin o serei, son do PP aínda que lle poñan unha escoba», si bien lleva una buena relación con su sucesor en la alcaldía, Manolo Martínez, que sí lo es. «Da política non saquei nada; vivín e tratei de facer o mellor para o meu concello, que aínda que non foi tanto como quería, ao mellor fixen máis do que a xente apreciou». De esa etapa guarda guarda entre los mejores recuerdos la inauguración del actual centro de salud.

Somatiza las que considera carencias y sabe sacarles partido. «Fun pouco á escola, pero para os números sempre me valeu a cabeza», dice. Le concede un especial aprecio al valor de la lealtad, «para min é o máis grande que pode haber no mundo». Aunque asegura que «o que ma fai, págama» en la práctica no mantuvo esa actitud y, de hecho, asegura que no le quedan enemigos de sus 26 años de alcalde. Guillén no se considera capacitado para decidir qué características tiene que rechazar de los demás, pero no se entiende bien con las personas que van por la vida de orgullosas, que les aplica el calificativo de «fachas».

Es habitual verlo algún domingo por la mañana en el rastro lucense, en el que se desenvuelve bien aunque solo compra alguna cosa cuando viene gente de A Coruña. En su amplia casa almacena en número indefinido antigüedades de todos los tamaños, orígenes y épocas. Durante años esta compra-venta le permitió pagar los estudios de sus hijos y ahora compra algo, pero no vende. Restaura muebles y lo apasionan los relojes.