Jaime Izquierdo: «Las 'nuevas aldeas' deberían tener soberanía energética»

Laura López LUGO / LA VOZ

A PASTORIZA

Ana Garcia

El geólogo asturiano presentará el próximo sábado en A Pastoriza su libro «La ciudad agropolitana. La aldea cosmopolita»

09 dic 2019 . Actualizado a las 08:46 h.

El geólogo y escritor Jaime Izquierdo Vallina (Infiesto-Asturias, 1958) estará el próximo sábado, día 14, en A Pastoriza (21.00 horas, Hábitat Cultural Fogar de Maeloc, Casa da Cultura), donde presentará su último libro, La ciudad agropolitana. La aldea cosmopolita (KRK Ediciones, 2019). Izquierdo es especialista en medio ambiente, medio rural, ecología aplicada y desarrollo del territorio, temas que abordará en el acto en tierras lucenses. Ha sido distinguido con el Premio Europeo a la Conservación del Patrimonio Natural y Cultural de la Fundación Británica para la Conservación, el Premio Adolfo Posada de Investigación o el Premio Fundación César Manrique a proyectos ambientales alternativos. Actualmente, ocupa el cargo de Comisionado para el Reto Demográfico del Gobierno del Principado de Asturias.

-¿De qué trata el libro?

-Realmente, son dos libros en uno; de hecho, lleva dos prólogos. La intención es conseguir una ciudad responsable con el campo y una aldea responsable con la naturaleza.

-¿Cómo es la aldea cosmopolita?

-La función de la aldea siempre ha sido manejar el medio natural para producir alimentos y gestionar la protección de la naturaleza. La primera función se la quitamos con la industrialización, y la segunda también se perdió al marcharse la gente. No hay que olvidar que el principal animal que gestiona la naturaleza es el paisano, si él actúa y lo hace según un canon cultural, va a estar bien conservada. Pero la política de espacios naturales olvida que fue el hombre quien los protegió y gestionó. Por otro lado, si dotamos a la aldea de comunicación con el exterior, por ejemplo, con Internet, el mercado de la aldea se hace cosmopolita.

-¿Y cómo se consigue que la gente regrese al campo?

-Hay que pensar en una recolonización. Y eso siempre parte de una comunidad, no pueden ser individuos aislados porque entonces no hay organización. Debe ser una comunidad que desee regresar, crea en su futuro y diseñe un proyecto. Es posible porque hubo diferentes procesos a lo largo de la historia en los que fuimos capaces de colonizar, como Carlos III con Sierra Morena o incluso la apuesta que se hizo por el turismo rural en lugares como Taramundi, en este caso, iniciativas públicas. Hoy en día, habría que diseñar un prototipo de aldea del siglo XXI y aprender.

-¿Es posible generar riqueza hoy en día en el campo? ¿Está la legislación de parte de las aldeas?

-Si cambiamos de paradigma y pensamos en términos posindustriales, sí que se puede generar empleo. La ola de la industrialización ya pasó. La legislación, sin embargo, es uno de los grandes problemas, y habrá que hacer reformas legislativas importantes, porque toda la legislación está pensada en términos industriales, para la intensificación. La ‘nueva aldea’ debería tener soberanía energética, con generadores eólicos y fotovoltaicos, por ejemplo. Si la aldea puede tener su propio polo energético, la energía será suya, no tendrá que pagar recibo y así tendrá menos gasto. Hay que aprovechar los recursos locales para no tener tanto gasto. Si además se organizan entre la comunidad, tendrán más tiempo libre. Y eso desempeñando un trabajo digno e importante para la sociedad. Y nada de esto es ciencia ficción. Cunqueiro seguro que vería claro todo esto de lo que estamos hablando.

-¿Por qué eligió A Pastoriza para su presentación?

-Fue iniciativa suya, lo que prueba que funciona la comunicación virtual entre comunidades. En A Pastoriza han creado un germen cultural, y eso es muy importante, porque una aldea que no cuida la cultura de la tierra no es aldea.

«La ciudad tiene que recuperar los sistemas agropecuarios de su entorno»

 

 

Izquierdo habla de que la relación entre campo y ciudad está rota y hay que recomponerla. Esa reinvención de campo y ciudad, explica, contribuirá a «paliar la crisis ecológica global y reintegrar al hombre en la biosfera».

-¿En qué consiste la ciudad agropolitana de la que habla?

-La última versión de la ciudad en la que vivimos es la que creó la revolución industrial, y eso transformó la relación con el campo. Hasta los años cincuenta o sesenta, la alimentación llegaba del campo, de los alrededores de las ciudades, donde había mercados semanales, lechería... Pero con la industrialización, la ciudad le dio la espalda al campo. Y la ciudad debe recuperar los sistemas agropecuarios de su entorno, una medida que mejoraría la seguridad de las urbes.

-¿Cómo?

-Por un lado, evitaría la proliferación de jabalíes, situación derivada de la pérdida de actividad agropecuaria y del abandono del rural. También se reducirían los incendios, porque en la medida en que dejamos de trabajar el rural aumenta el riesgo y se ven situaciones como los incendios registrados en Portugal o en Vigo. Y se reduciría el CO2 con la producción de alimentos en el entorno de la ciudad. Hoy en día, el entorno inmediato de Lugo aporta poco a la ciudad, así que hay que tomar como referencia el modelo de los años cincuenta, pero actualizándolo y adaptándolo a la sociedad posindustrial. La idea no es algo original, pues ya se está aplicando en otras ciudades europeas.