El albergue de Montouto es un antiguo refugio del que solo quedan ruinas. Con altos muros de piedra, hay escritos que desvelan que las campanas sonaban para guiar a los caminantes por las noches

María Guntín
Graduada en Periodismo por la UCM y Máster en Periodismo Avanzado Multiplataforma de La Voz de Galicia. Yo escribo desde la delegación de Lugo, pero tú puedes escribirme a maria.guntin@lavoz.es

El viento penetra entre los muros de piedra que conforman el acceso al antiguo hospital de peregrinos de A Fonsagrada, el albergue de Montouto. Allí, en una sierra a más de mil metros de altitud, el frío apremia, pero las paredes confieren un resguardo apañado, fruto de una construcción del siglo XVII —la ubicación original aún entraña una serie de enigmas y se remonta al XIV, que fue cuando se cambió por motivos estratégicos— diseñada especialmente para salvaguardar la salud de los caminantes durante las heladas que se suceden cada invierno en esta zona de montaña. Aquí, en la provincia de Lugo, el Camino Primitivo emprende un descenso irregular y embarrado hacia Compostela.

Al lado del viejo hospital, que está a menos de nueve kilómetros de A Fonsagrada, lo primero que se puede ver es una ermita moderna dedicada al apóstol Santiago. A su derecha está el dolmen de As Pedras Dereitas, parte de una necrópolis megalítica. En el interior de la pequeña capilla solo queda una cruz y de los barrotes de madera que tapan las ventanas solo aguantan los restos.

Después, para llegar a las ruinas del sanatorio hay que caminar por una vía de piedra. En el lateral izquierdo, varios bancos sobresalen de los muros y permiten imaginar a las decenas de caminantes que esperaban apoyados sobre la roca para ser atendidos. En realidad, parte del hospital está caído y no es posible entrar en las construcciones que forman el conjunto, pero la magia del lugar reside en la combinación que forman la luz, las piedras y el paisaje de montaña. Allí, solo se escucha de fondo el sonido de los molinos, instalados en lo alto.

El hospital de Montouto estuvo activo hasta principios del siglo XX y tenía distintas dependencias que acogían a los caminantes que intentaban llegar a Santiago de Compostela.

Durante su funcionamiento, hay escritos que recogen que las campanas del hospital sonaban por las noches para guiar a los peregrinos y establecen también que todo aquel que llegara debía ser tratado y cuidado.

Ahora, el enclave natural en el que se encuentra y la historia que envuelve al monumento invitan a una visita. Además, hasta el lugar no llegan los coches por el mal estado de la pista, así que no queda más remedio que echar a andar y dejarse envolver por el Camino Primitivo.