José Argul Fulgueiras, cura de A Fonsagrada: «Cuando llegué, no había luz ni agua en mis parroquias»

ANa L. CILLERO / m.c. FONSAGRADA/ LA VOZ

A FONSAGRADA

José Argul, cura de A Fonsagrada (derecha), junto al alcalde, Carlos López (izquierda).
José Argul, cura de A Fonsagrada (derecha), junto al alcalde, Carlos López (izquierda). Fotografía Manuel

Este párroco se implicó desde sus inicios, hace más de 50 años, en hacer que sus parroquias pudiesen salir adelante

18 ago 2019 . Actualizado a las 20:39 h.

Poder pasar media vida haciendo lo que siempre se soñó es un motivo de celebración, rodeado de las personas que se quiere y que quieren. Y esto es lo que ha pasado esta semana en la parroquia de Vilabol de Suarna, en A Fonsagrada, cuyos vecinos han honrado los cincuenta años de dedicación de su sacerdote, José Argul Fulgueiras.

José nació en Ferreirous, en la parroquia de Fonfría, en el año 1943. Él mismo explica que es una zona que está a «7 kilómetros de A Fonsagrada» y que nació en el seno de una familia numerosa, siendo el tercero de cinco hermanos.

En su casa se iba a misa, también lo llevaban sus abuelos y él se empezó a fijar en los curas. «Tenía admiración ante la actitud de los sacerdotes, me gustaba mucho cómo trataban a la gente y lo que suponía el oficio», comenta José. Tales fueron sus sentimientos que con 14 años, en el año 1957, se fue al seminario de Lugo. Allí estuvo hasta que el 16 de junio de 1969 salió ordenado sacerdote en la parroquia de Santa María de Vilabol de Suarna y en Santa Bárbara de Vilar de Cuíña. Ejerció en ellas de manera exclusiva hasta el año 1981. En ellas fue donde José empezó a realizar trabajos por su gente.

«Estas eran zonas rurales en la montaña y eran lugares donde había falta de todo», explica el párroco y añade que «no había agua ni luz, pero tampoco había una carretera por la que pudieran acceder los coches». La gente tenía que dejar el coche a unos 20 minutos de esas parroquias para desplazarse hasta ellas, cosa que el mismo cura tenía que hacer para oficiar la misa.

Labores

Desde el año 1969 hasta el 1981, José dice: «Trabajamos en lo espiritual, pero también en lo humano porque la gente de aquí era muy buena y tenía muchas ansias y ganas de salir adelante». Como se pudo, mejor o peor, construyeron una pista para que «por lo menos pudiesen llegar los coches a las casas». Por aquel entonces, José comenta que los coches que había eran «Land Rover modestos», pero que la gente tenía que poder usarlos y no quedarse a mucha distancia de sus casas.

El primer puente de acceso que se realizó, gracias a la labor de José con ayuda de agentes forestales y maestros, entre otros muchos, sin contar a todos los vecinos, fue sobre el río Suarna. Todo el mundo colaboraba trayendo materiales desde A Fonsagrada. El puente contaba con vigas de castaño y un pasamanos.

La gente se desplazaba al pueblo a buscar material pero, como señala José, «había veces que se perdía el viaje porque no había teléfonos para saber si el mercader iba a llegar ese día u otro». Los feligreses bajaban al pueblo con carros de caballos o cualquier otro animal para poder ayudar en lo que se pudiese.

La situación también era complicada cuando un médico se tenía que acercar a visitar algún enfermo: el coche se dejaba a la entrada. «La vida era muy dura entonces», incide José. Él compró su primer coche en 1974 y tenía el mismo problema.

A partir de 1981

En este año, el sacerdote señala que «ya había luz, ya había agua y ya había alguna pista para acceder a las casas, la situación ya empezó a cambiar a mejor».

Ahora se empezaba a mirar por las paredes de las fincas, el estado de las capillas y también de las iglesias. Aquí José incide en que había mucha mano de obra porque la gente no cobraba nada, pero era todo fruto de la voluntad.

En este mismo año, tuvo una parroquia más, Santiago de Castañedo, hasta llegar a tener las 11 actuales. Repartidas por el total de las parroquias tiene 42 capillas a las que se les cambiaron tejados y se intentaron ir recuperando todos los edificios.

Crisis vocacional

José señala que ahora hay muy pocos jóvenes que quieran ayudar de la manera tan especial como la hacen desde el sacerdocio. «Estoy seguro de que Dios sigue llamando», comenta el sacerdote. A sus 76 años, realiza 100 kilómetros diarios. A él gustaría ir muriendo con sus feligreses.

Nació en una familia humilde y era conocedor de las necesidades de los pueblos de la zona

José pasó toda su vida ejerciendo su profesión en la misma zona, y al nacer próximo a ella, sabía qué cosas eran las que no se tenían. Él maduró su idea de ser sacerdote por ayudar a los demás, y así lo hizo.

Se implicó, quiso que hubiese el mínimo de servicios necesarios para todos. «La extensión agraria nos ayudó mucho», explica, pero señala que «sin el esfuerzo, la lucha por superarse y poder vivir más tranquilos» de sus vecinos nada podría haber salido adelante.

A pesar de que han pasado los años y las necesidades han cambiado, siguen existiendo. «En los pueblos a los que voy, hay muy poquita gente. Las personas mayores ya no salen de casa y están mucho tiempo solas», señala el párroco. «Yo los voy a ver, tienen personas que realizan servicios sociales durante una o dos horas pero luego se van y ahora la gente tiene necesidad de que se hable con ellos, tienen hambre de comunicación», incide este veterano sacerdote.

En la celebración pudo hablar con muchos conocidos de su larga etapa sacerdotal.