A Fonsagrada-Oviedo, un viaje en taxi con seis pinchazos en el camino

M. Fernández / Xosé Carreira A FONSAGRADA / LA VOZ

A FONSAGRADA

MANUEL

Uno de los primeros taxistas fonsagradinos repasa los inicios del servicio público en la comarca

02 may 2019 . Actualizado a las 08:00 h.

La historia del automóvil en A Fonsagrada, tiene un protagonista muy especial: Amadeo Díaz Rivas (1935). Fue uno de los primeros taxistas de la localidad, y su Ford V 8, modelo fabricado en los Estados Unidos entre 1935 y 1951 e importado por diferentes países, uno de los primeros coches que hubo en el municipio. A la villa fonsagradina llegó en 1956. Su propietario, de 84 años, recuerda algunos episodios automovilísticos de aquella época. Uno de ellos fue el accidentado viaje que en una ocasión hizo a Oviedo. ¡Pinchó seis veces! Es que las carreteras de entonces no estaban para Fitipaldis. Muchos lucenses relacionados con Gijón y Oviedo todavía recuerdan los tramos angustiosos de curvas y más curvas de la N-634, imposibles de superar para los viajeros que se mareaban.

Amadeo recuerda que tenía que llevar el maletero cargado de herramientas y otro tipo de útiles. No solo había que hacer frente a los pinchazos, sino que el motor, con frecuencia, decía que no funcionaba más y se paraba.

«Ese Ford V 8 fómolo buscar a Madrid no ano 1956. Tiña sete prazas e custoume 20.000 pesetas», recuerda Amadeo. Las comunicaciones, dijo, eran un auténtico desastre. «Non había estradas asfaltadas. Por exemplo, no tramo de Lugo só estaban dez quilómetros, desde Carballido», apuntó.

Durante algún tiempo ese Ford era el único vehículo que había en la localidad, por lo que tuvo que ser usado para muchos urgencias y otros menesteres. «Fixen viaxes a Santiago con enfermos. Levei tamén moitas mulleres de parto a Compostela», recuerda este hombre de sobra conocido en la ahora capitalidad del municipio fonsagradino. De hecho, aún hoy algunas personas de su edad lo consideran como el mejor chófer que tuvo la comarca. «Cando había unha urxencia era eu que ía. Hai que chamar a Amadeo!, dicían», explicó el veterano mecánico y taxista.

Con el flamante vehículo, su propietario fue llevando a personas de fiesta en fiesta. También hizo numerosos viajes a Ribadeo a los partidos de fútbol. «Ás veces os clientes tiñan que subir en marcha para non ter que apagalo, porque andaba mal do arranque», contó su dueño.

«O do taxi -advirtió- realmente foi algo circunstancial. Logo, co paso do tempo, abrín un taller, que foi o primeiro que houbo por aquí». Ese establecimiento hizo de minifactoría en la que Amadeo produjo una carroceta. El mecánico diseñó y sacó adelante el vehículo porque consideraba que era el más adecuado por aquellos tiempos para circular por las corredoiras y caminos de la zona.

«Para facer esa carroceta, que aínda segue existindo aínda que reformada, axudoume moito Edelmiro, un madeireiro que tiña moi boas ideas», contó Amadeo. Ese vehículo fue creado a finales de los años sesenta. Llevaba un motor Barreiros de seis cilindros. «Fomos comprando as pezas e incorporándollas pouco a pouco», expresó.

Sulfatadoras y candiles

En los inicios del taller, el parque automovilístico de A Fonsagrada no daba para mucho. Eso hizo que Amadeo tuviese que diversificar sus servicios. No solo reparaba los coches que llegaban, sino que también preparaba y arreglaba candiles de carburo y las sulfatadoras de cobre, que por aquel entonces tenían mucho uso. «Soldei ducias desas máquinas. Mire... Realmente daquela facíase un pouco de todo: coches, sulfatadoras, candís e motos, que tiveron a súa época. Logo chegou a maquinaria agrícola que, a partir dos anos setenta do XX, comezou a ter maior presenza», expuso el mecánico.

La reparación de los candiles de carburo era laboriosa, recuerda Amadeo. «Un tubo pasaba por o depósito da auga, o que provocaba que en vez de saír o gas saíse a auga. Era preciso meterlles un tubo novo por dentro», detalló el mecánico fonsagradino.

Había pocos coches, pero resulta que los que había rompían con bastante frecuencia, recuerda Amadeo. Las malas condiciones de las vías acababan con ellos; las cuestas también. En muchas ocasiones se achicaban de tal manera que hacían temer a los usuarios que de repente empezarían ir hacia atrás a toda pastilla.

El maletero del Ford V 8 tenía que ir cargado de herramientas para las reparaciones