El profesor de Matemáticas de Lugo que puso huerta y corral para sus alumnos: «Hay que sacarlos de las pantallas»

María Guntín
María Guntín LUGO / LA VOZ

LUGO

Miguel Leiva, profesor de Matemáticas del Colegio San Lorenzo de Lugo, junto a varios de sus alumnos en el huerto que cuidan en Santa Comba
Miguel Leiva, profesor de Matemáticas del Colegio San Lorenzo de Lugo, junto a varios de sus alumnos en el huerto que cuidan en Santa Comba ALBERTO LÓPEZ

Miguel Leiva, profesor del Colegio Seminario San Lorenzo, acude semanalmente con varios jóvenes a una vieja rectoral que ahora es más bien un oasis de verduras en el que también hay ocho gallinas

11 abr 2023 . Actualizado a las 15:53 h.

La historia de Miguel Leiva es la de un profesor ilusionado, con vocación y muchas ganas de que sus alumnos, que estudian en el Colegio Diocesano San Lorenzo de Lugo, sean el día de mañana adultos brillantes. Aunque lo suyo son las Matemáticas, que es lo que imparte en el colegio, pocos lo dirían al verlo trabajar en el huerto y atender a las gallinas. O inspeccionar setas y localizar petroglifos a las afueras de la ciudad. «No sé hacer otra cosa que no sea esto», dice emocionado.

Al lado de la iglesia de San Pedro de Santa Comba, a los pies de Lugo, Leiva y sus chicos tienen el mérito de haber convertido un matorral de silvas y toxos en un vergel en el que nacen lechugas, tomates o grelos. Y por eso Miguel cambió los números por el motocultor o el sacho. Para defender que su pasión por la tierra viene también de que él mismo es de campo, como se define. 

Un alumno del colegio San Lorenzo de Lugo realizando trabajos en el huerto que impulsa el profesor de matemáticas Miguel Leiva
Un alumno del colegio San Lorenzo de Lugo realizando trabajos en el huerto que impulsa el profesor de matemáticas Miguel Leiva ALBERTO LÓPEZ

«Hay mucho postureo, pero la huerta no se puede fingir»

«Veo que hay mucha tecnología, como esto de la Inteligencia Artificial, que contribuye al postureo. Pero la huerta no se puede fingir porque o es o no es. Vi que los jóvenes tienen carencias en este sentido, por lo que decidí enseñárselo. Yo lo pondría como asignatura obligatoria cinco días a la semana, hacer que pasen tiempo en el la huerta. Es difícil, pero posible», defiende el docente.

El secreto para hacer real una iniciativa como este, desvela, es la voluntad. Pero no solo la de los alumnos. También importa la de los profesores. «Esto es muchísimo trabajo, pero yo lo hago con cariño y tiene una gran satisfacción porque son nuestro productos, y nadie tiene que juzgarlos. Este es un ejercicio de responsabilidad, para aprender a cuidar las cosas, ¿no crees que es una buena asignatura?».

Y tras lanzar la pregunta, Leiva también la responde: «Ver que si lo cuidas crece es la esencia de la vida. Todo esto exige de acción, no llega con los libros», sostiene.

El huerto también sirve para las clases de matemáticas

Es tal la importancia del huerto y lo que implica que el concepto llega hasta las aulas del San Lorenzo y se mete de lleno en las clases de Matemáticas: «Si tenemos que hacer estadística pues calculamos cómo nos fue la producción».

Y por si fuera poco, el invernadero que tienen fue diseñado por alumnos en la asignatura de Tecnología. «Está diseñado con ordenador, porque nosotros no renunciamos a la tecnología, pero recalcamos que también es necesario lo artesanal, la manipulación, el contacto con el mundo y la naturaleza para que salgan de las pantallas», desgrana Miguel.

Y si fuera fácil tanto embrollo, en Santa Comba aparece también un corral en el que ahora mismo viven ocho gallinas. «Había más, pero nos tuvimos que resignar porque a veces la naturaleza es agresiva, y hace unas semanas nos entró el zorro y mató cuatro. No es la primera vez, pero llevábamos dos años de calma», explica Leiva.

Miguel Leiva y sus alumnos del colegio San Lorenzo de Lugo con varias gallinas de las que cuidan como parte de una actividad extraescolar
Miguel Leiva y sus alumnos del colegio San Lorenzo de Lugo con varias gallinas de las que cuidan como parte de una actividad extraescolar ALBERTO LÓPEZ

Una incubadora dentro del colegio con dos cámaras para ver nacer y crecer a los polluelos

Una incubadora permite también que los alumnos vivan el momento en el que los polluelos salen del cascarón. En este caso, el aparato está dentro de las instalaciones del San Lorenzo, en la Praza Horta do Seminario de Lugo, en pleno centro urbano de la ciudad.

Se trata del proyecto de viejos alumnos, hijos de ganaderos. La querían para reutilizar posteriormente por lo que, cuando terminaron la escuela, se llevaron el preciado artefacto. «Nos gustó tanto la idea y funcionó tan bien que decidimos hacer otra. Este año ya nacieron los primeros pollitos. Más bien, se trata de un experimento porque tenemos varias teorías que queremos confirmar», dice Miguel Leiva.

Los alumnos, como era de esperar, están encantados. Tanto que este profesor ha instalado dos cámaras conectadas a internet. Una permite disfrutar del preciso momento del nacimiento y la otra enfoca directamente a los polluelos mientras crecen, puesto que permanecen en las instalaciones del centro durante una o dos semanas.

Incubadora que hay dentro del colegio San Lorenzo de Lugo
Incubadora que hay dentro del colegio San Lorenzo de Lugo

Tanto el huerto como el corral forman parte de una actividad extraescolar en la que participan los alumnos que lo deseen. Ahora mismo hay cinco jóvenes que acuden asiduamente, pero son muchas las veces que llegan otros eventuales

Otra huerta, pero dentro de la ciudad de Lugo

Ahora, las esperanzas de Miguel están en poder empezar con un huerto dentro de la ciudad, que permita a los jóvenes alumnos acercarse varias veces a la semana sin tener que depender de un coche. Por ello, están trabajando en una antigua casa de monjas pegada a la Muralla de Lugo.

Aunque está en estado de semiabandono, ha sido rescatada recientemente por la Diócesis de Lugo, que lo abrirá como Centro de Orientación Familiar (COF). Pero lo que cautivó a Leiva e hizo que viese un filón para él y sus chicos es que el edificio cuenta con una parcela repleta de silvas, que ya se ha encargado de limpiar. Su ilusión es poner algún animal tranquilo, para evitar así que pueda molestar a los vecinos o viandantes.

Un proyecto que lleva más de una década de vida: «compramos un motocultor gracias al premio voz natura»

Aunque la historia de este profesor de Matemáticas, de los alumnos y del huerto parece reciente, lo cierto es que se remonta hasta hace 14 o 15 años. «Participamos en el programa Voz Natura de La Voz de Galicia desde hace más de dos décadas. Al principio hacíamos trabajos en una viña ala que íbamos un par de veces en primavera, pero era algo ocasional. Entonces, un amigo nos dijo que sabía de la finca de una casa rectoral abandonada. Era todo silvas y toxos. Empezamos a trabajar poco a poco, hasta llegar a donde estamos hoy», cuenta Miguel Leiva orgulloso.

Aunque la salida del invierno no es el mejor momento para los cultivos, lo cierto es que ya han plantado decenas de escarolas, además de tomates, lechugas... Para ello, preparan la tierra con un motocultor: «Lo compramos gracias al premio Voz Natura, que ganamos en 2013. Quisimos invertir el dinero en esto, por lo que nos marchamos a Padrón y lo compramos. A día de hoy, funciona como un cañón, es pequeño, potente y con muchas medidas de seguridad», cuenta agradecido este profesor. 

Los alumnos del colegio San Lorenzo de Lugo compraron un motocultor gracias a un premio Voz Natura
Los alumnos del colegio San Lorenzo de Lugo compraron un motocultor gracias a un premio Voz Natura ALBERTO LÓPEZ

«No se pelean para llevarse los productos a casa, pero hay demanda»

Hasta la pandemia, el producto que salía de Santa Comba iba a parar al comedor escolar o al de San Froilán, para donárselo así a las personas más necesitadas que acuden al ente social a diario.

Sin embargo, el covid-19 obligó a los centros a tener clara la trazabilidad de cada producto, por lo que ahora si cultivan, lo disfrutan en casa los alumnos. «No se pelean, pero hay demanda», dice Miguel entre risas. A sus alumnos, les dice de broma que les está «bajando el grado de pijería» cuando están con sacho en mano y llenos de tierra.

Excursiones y otras actividades

Miguel y sus alumnos no paran. Cuando no toca huerta, se les ocurre ir a buscar setas al monte, por ejemplo. «Hacemos reconocimiento de hongos, que luego se llevan ellos. También fuimos a ver un asentamiento prehistórico en el que reconocimos petroglifos, hemos estado en Sargadelos, inspeccionado la zona del río Miño y Rato para hacer un análisis de la vida que discurre a sus pies...».

Sin embargo, tanta innovación implica un gran sacrificio por parte del docente: «Yo aprendo que tengo que discurrir mucho», dice entre risas y a modo de conclusión.