
El banco de alimentos de la ciudad atiende en el polígono de O Ceao a casi 800 familias y reparte 20 toneladas cada semana
01 feb 2023 . Actualizado a las 11:22 h.Decenas de personas con carros, bolsas, mochilas y maletas hacen cola a media mañana en las inmediaciones del Banco de Alimentos de Lugo, en el polígono industrial de O Ceao. Jubilados, estudiantes, mujeres con niños, inmigrantes... «La pobreza ya no tiene un perfil», explica la presidenta de la entidad, Amadora Núñez.
Cada semana, del banco de comida salen 20 toneladas de alimentos, y se atiende, actualmente, a entre 750 y 800 familias, que se traducen en más de 4.000 personas. Y la cifra sube progresivamente desde hace meses.
Buena prueba de ello son los autobuses urbanos de la ciudad amurallada, que llegan repletos de gente hasta O Ceao. «Los martes y los viernes parece que trabaja solo para nosotros», explica Amadora. Se abren las puertas, decenas de personas salen y muchas otras, entran. Y así continuamente.
Cada martes y viernes, el banco lucense es un hervidero de gente. De repente, alguien llama a Amadora. «¿Me das un poco de leche en polvo para el bebé, que tiene un año?». Y ella corre a la nave para entregársela. Son varios los que piden ayuda, y todos salen con las manos y las bolsas llenas. «Esto es lo que a mí me gusta», cuenta la presidenta. «¿Pero los conoces a todos?» Pregunto al ver que los llama por su nombre. Ella hace una mueca. Lo da por supuesto y les da una palmada o un beso, y se interesa por todos.
Una treintena de voluntarios, que llegaron hasta el banco de alimentos de Lugo buscando comida, hacen posible el reparto. Es su forma de dar las gracias a la entidad por los alimentos que les ha dispensado. Arrimando el hombro.
Los que llegan hasta la nave en la que se realiza la distribución, pasan un control en la entrada. El sistema funciona con números para evitar aglomeraciones y largas esperas. Pasan uno por uno, desfilando, recogiendo, organizando y guardando. Leche, arroz, pasta, lentejas, conservas, garbanzos, conservas, galletas, pan, empanada, verdura, huevos... Todo se hace poco, y todo lo agradecen mucho. Amadora hace especial hincapié en los plátanos que dispensaban estemartes, llegados desde Canarias: «Es fruta, pero también una merienda para los niños si se pone entre el pan».

Faltan alimentos básicos
Sin embargo, las reservas no están garantizadas, y, explican desde el banco de alimentos, hace falta arroz, pasta, aceite de girasol, azúcar, harina y otros alimentos básicos. «Tenemos huevos, pero antes llevaban una bandeja; ahora se conforman con media, cuando alcanza», dice la presidenta, que fundó esta entidad social hace ya 26 años.
Los palés repletos de alimentos se vacían con una asombrosa rapidez, y es que nuevos usuarios llegan pidiendo comer día tras día. Es el panorama que deja tras de sí la pandemia. «Un poco de brío, más golosinas para estos niños», le pide Amadora a uno de los voluntarios mientras explica el funcionamiento del banco de alimentos.
En la nave que sirve como almacén, muchas facturas cuelgan de la pared. Algunas sobrepasan los 10.000 euros. «Son las cifras que manejamos para cada producto», desgrana Núñez. Pese a todo, ella dice que el funcionamiento de todo este micromundo solidario es sencillo: «Ellos necesitan; nosotros, les damos»
Desde estudiantes que intentan terminar la carrera a familias con bebés y niños
Los usuarios que llegan hasta el banco de alimentos proceden de lugares como Cuba, Marruecos o Colombia, pero también de Lugo y otras partes de España. «Tenemos estudiantes a los que hemos ayudado porque no podían acabar la carrera. Les dimos comida, y nos trajeron las notas al acabar el curso», explica Amadora.
Las que siempre acuden son, sobre todo, mujeres. «Buscan soluciones. Si no tienen, buscan donde haya, no esperan a lamentarse», razona la presidenta de la entidad.
«Se trata de dignificar»
En el Banco de Alimentos de Lugo no admiten niños de entre 3 y 16 años, para evitar así que tengan el recuerdo de su familia buscando comida para llevarse a la boca. «Se trata de dignificar, que la gente no llegue a tal punto de perder la dignidad», cuenta Amadora. Su mayor miedo, confiesa, es que no sea suficiente: «Que un día llegue una madre con sus niños de la mano y no tengas nada que ofrecerle. Ese miedo siempre está. Y es el que nos hace trabajar tan duro».
Sin ayuda del Estado ni del Ayuntamiento
Por el momento, el Banco de Alimentos de Lugo no recibe subvenciones del Estado, aunque sí tiene pellizcos de la Xunta y de la Diputación de Lugo. Sobre el Ayuntamiento, lleva tiempo esperando 6.000 euros prometidos y que ahora necesitan más que nunca.

Un voluntario del Banco de Alimentos de Lugo de 17 años: «Hay que ayudar en primera línea»
La pobreza está ahí. Algunos la viven y la tocan, otros la ven y la lamentan, y, para los afortunados, solo se queda en algo ajeno. Joel Vila, un lucense de 17 años, era consciente de que era una realidad, pero la empezó a sentir de cerca. Cuenta que la veía por la tele, por redes, incluso en algunas amistades o conocidos. «Lo típico». Con el inicio de la pandemia, empezó a ver el empobrecimiento más y más. Hasta que se dijo a sí mismo que tenía que ayudar a quienes lo necesitasen y decidió trabajar mano a mano con ellos. Desde mayo acude como voluntario a todos los repartos del Banco de Alimentos de Lugo, que son los martes todo el día y los viernes por la tarde. Es, de largo, el más joven de todos los participantes del banco.