Ningún ucraniano acogido en Lugo por Cruz Roja pudo empezar a trabajar

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA LUGO / LA VOZ

LUGO

Maskim y Yuliia, uno de los matrimonios ucranianos más avanzados en castellano
Maskim y Yuliia, uno de los matrimonios ucranianos más avanzados en castellano ALBERTO LÓPEZ

Diez meses después del inicio de la guerra , refugiados cuentan cómo se están adaptando: «Queremos quedarnos a vivir en España»

04 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Los ucranianos que huyeron de su país por el conflicto con Rusia pelean a miles de kilómetros de su casa por adaptarse a su nueva realidad. Hace diez meses que estalló la guerra y ocho que Cruz Roja de Lugo inició el programa oficial de acogida a los refugiados. Por el momento, los que llegaron a la ciudad amurallada todavía no entraron ni en la primera fase del plan de protección internacional. «Es un proceso de adaptación lento», explica una de las encargadas.

Desde que empezó la guerra, Cruz Roja acogió a 43 ucranianos. La otra organización encargada de su asilo es Accem. En septiembre, entre ambas entidades atendieron a 112 ciudadanos de Ucrania. En el caso de Cruz Roja les ofrecen una atención integral de clases de castellano, comida y alojamiento. Los ucranianos siguen viviendo en diferentes hoteles de la ciudad. Por el momento, ninguno de ellos pudo empezar a trabajar porque primero necesitan tener acreditado un nivel mínimo de castellano. «Primero tuvimos unas clases de emergencia solo para ucranianos pero ahora ya acuden a las sesiones junto con gente de otras nacionalidades que también están aprendiendo el idioma». Participan tanto abuelas, como madres o hijos, que son mayoritariamente los que llegaron a Lugo.

Solo una vez que puedan manejarse en castellano podrán pasar a la siguiente fase del programa, en la que se les puede trasladar a cualquier punto de España y allí ya podrían trabajar y conseguir una vivienda propia. «Algunos ucranianos ya volvieron a su país y muchos quieren irse, pero también los hay que cambiaron de idea y ahora su futuro lo ven en España».

Maksim y Yuliia, matrimonio ucraniano: «Aunque pase la guerra queremos quedarnos a vivir en España, nuestra ciudad está ocupada»

El matrimonio de Maksim y Yuliia llegaron a Lugo en abril junto con su hija y la madre de ella. Partieron desde Mariúpol, una de las ciudades más devastadas, en la que todavía dejan atrás a parte de sus familiares, como los padres de él.

Esta pareja es de las personas más avanzadas en castellano. Consiguen entender casi todo, aunque hablar es la parte más compleja. Ambos tienen ganas de tener cierto nivel para poder trabajar. Su rutina en estos meses se basa en «desayunar, estudiar, comer y volver a estudiar», cuentan bromeando. Esto contrasta con la vida que llevaban en su ciudad natal. Ella es psicóloga y trabajaba con niños y él se dedicaba al sector energético. Casi de un día para otro, su vida se paró por completo. «Nuestro día a día no es mucho más...no trabajamos».

Una vez que pasaron las complicaciones de salir del país, sobre todo pasando la frontera en Georgia, llegaron primero a Barcelona y después fueron trasladados a Lugo. Los primeros meses tuvieron que asumir el gran choque cultural, de lo que más destacan el idioma, y después acostumbrarse a vivir en otra ciudad. «Es muy diferente a Mariúpol pero nos gusta estamos muy contentos», dicen deshaciéndose de la idea de muchos ucranianos de que podrían volver a su país pronto.

De hecho, una gran parte tardaron en apuntarse a las clases de castellano pensando que la guerra duraría poco, en cuanto vieron que el conflicto se dilataba en el tiempo empezaron el proceso de integración. Para Yuliia y Maksim tal fue el cambio y lo que les gustó Lugo que ya no tienen idea de volver a vivir en Ucrania: «Aunque pase la guerra queremos quedarnos en España, nuestra ciudad está ocupada».

Mariúpol está destruida por las bombas, tal y como cuenta el matrimonio, que todavía habla diariamente con su familia. Su hija incluso está estudiando en la Universidad de Kiev a distancia. «No tienen agua ni luz, están intentando sobrellevar el invierno como pueden». Aunque intentar rehacer su vida, la preocupación por lo que pueda pasarle a sus familiares no cesa.