Gladiadores, caballos, fuego y arena: el circo del Arde Lucus convence a las masas

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO

El espectáculo más aguardado de la fiesta conquistó al público lucense

11 jun 2022 . Actualizado a las 23:48 h.

Regresaron los gladiadores a la arena de Lucus Augusti. De Cartago, de Macedonia, de la Galia... seis hombres curtidos en mil batallas y con sueños de libertad pisaron el circo lucense en el que es, probablemente, uno de los espectáculos más atractivos y seguidos del Arde Lucus. Porque las gradas montadas para la ocasión en la explanada del Pazo dos Deportes se quedaron pequeñas y el público se acomodó, como pudo, en la cuesta del parque de Rosalía ansiosa de ver un espectáculo que arrancó con más de media hora de retraso, pero que no defraudó. Al contrario.

El legado de la IX legión hispana fue la voz de Roma sobre la arena del circo lucense y el maestro de ceremonias, pero los auténticos protagonistas fueron los seis gladiadores que compitieron por el favor del público y la libertad acompañados de sus fieles caballos. Unas monturas que hicieron que la grada contuviese el aliento un par de veces debido a las caídas, aunque para ellos parecía el pan de cada día. «Esto no es una escena de televisión, es el directo», ya habían advertido por megafonía durante la presentación.

Para deleite de una grada variopinta en la que patricios, plebeyos, galaicos, gente en vaqueros y muchos teléfonos móviles compartían espacio, el espectáculo arrancó con juegos de pericia y los gladiadores dispuestos a emprender pelea (perfectamente coreografiada) a las primeras de cambio. Primero el legado los retó a cortar sandías como si fuesen cabezas, luego a explotar globos explosivos en honor al dios de turno y más tarde a atravesar, subidos a su montura, un anillo de fuego que solo la mitad de los caballos se animaron a superar.

La teatralización, sumada a la entrega de la grada, convirtió la otrora inerte explanada del Pazo en un auténtico circo romano cuyo público se lo pasó a lo grande con las carreras de vigas (carros tirados por dos caballos), los combates o los retos de puntería. Ni tan siquiera faltó el pan, que en la antigua Roma se decía que aplacaba las masas junto con el circo, aunque en esta ocasión se sustituyó por caramelos. Incluso algunos gladiadores, en su pugna por ser los más coreados, se animaron a sacar a la arena durante unos instantes a algunos niños del público, para regocijo de unos y susto de otros.

Lucus Augusti, tres años después, volvió a disfrutar de lo lindo del mayor espectáculo del imperio.