Parto a 2.000 metros de altitud y a 7 bajo cero: una lucense de 20 años rescata a dos cachorros que nacieron entre la nieve
LUGO
María Piñeiro, estudiante de Veterinaria, se encontró con el parto durante una ruta senderista. Los recién nacidos fueron llevados a la casa de su dueño sanos y salvos
03 feb 2022 . Actualizado a las 10:28 h.«Si a alguien le podía pasar algo así, tenía que ser a María». Así confirma una amiga de María Piñeiro, estudiante lucense de Veterinaria, la aventura que la joven de 20 años vivió la pasada semana mientras hacía senderismo por la montaña asturleonesa.
Ella y su padre, ambos residentes en la ciudad amurallada, son dos personas aficionadas al senderismo, a la orientación y, en resumen, a la montaña. Ambos recorren la Serra dos Ancares y la montaña leonesa habitualmente. Sin embargo, la experiencia no les ayudó a la hora de hacer frente a la rocambolesca tesitura que los sorprendió en la montaña el pasado miércoles.
«Mi padre y yo habíamos preparado una ruta senderista que salía desde Torre de Babia, en León, y llegaba hasta el pico de Peña Orniz, ya en Asturias. Es un trayecto más largo y algo casi desconocido para los senderistas, que no suelen subir tan arriba». La ruta está ubicada en el Parque Natural del Somiedo, compartido por estas dos provincias.
Padre e hija, tras llegar al pueblo, iniciaron su camino, aunque pronto se les unió otra pareja de invitados. «No era la primera vez que íbamos, así que sabíamos que los perros de la aldea tienen por costumbre acompañar a los senderistas que pasan por cerca de las casas, ya que están sueltos y se mueven muy libremente por la zona. Por eso no nos sorprendió que dos perras se uniesen a nosotros en el paseo», explica Piñeiro.
Así fue cómo arrancó la subida de los lucenses, que esperaban terminar a una altitud de casi 2.200 metros. Sin embargo, la joven pronto se dio cuenta de algo que, sin ella saberlo, acabaría siendo premonitorio. «Le dije a mi padre: 'Esa perra está muy embarazada. ¿Te imaginas que se pone a dar a luz estando con nosotros?'», dice, aún sin creerse del todo la extraordinaria casualidad, la futura veterinaria.
Aunque ella misma explica que, de momento, «me falta práctica para atender a los animales», ya que todavía está estudiando en la facultad lucense, sus conocimientos de veterinaria terminarían siéndole muy útiles.
«Cuando llegamos a la Laguna de las Verdes, a unos 2,5 kilómetros del pico, pensamos que las perras dejarían de seguirnos y volverían al pueblo, ya que allí es donde paran la mayoría de senderistas. Pero nosotros seguimos y ellas vinieron detrás», cuenta la lucense.
Fue entonces cuando la perra empezó a mostrar signos de que algo iba a pasar. «Decidimos parar en una zona menos nevada para comer. Entonces, vimos como ella se ponía a coger hojas y ramas, y se ponía a hacer una especie de nido. Cuando se tumbó encima de la roca, ya nos dimos cuenta de que iba a dar a luz», dice Piñeiro.
El nerviosismo invadió a padre e hija, pero consiguieron actuar con rigor. Para ello, llamaron a un amigo de la familia, que es veterinario y los fue guiando sobre cómo debían proceder. «Yo hice lo que pude para que ella estuviese cómoda, pero la verdad es que la fortaleza que mostró fue increíble».
Tras dar a luz al primer cachorro, que cabía en la palma de una mano, los senderistas emprendieron el camino de regreso, sabiendo que lo más probable era que ese pequeño no fuese el único que daría a luz su madre. Y así fue, ya que, unos minutos después, el animal volvió a emitir un llanto y a tumbarse en el suelo, alumbrando a un nuevo cachorro. La joven lo recibió como al primero, colocándolo al lado de su madre, que se mostró «muy cariñosa con ellos y muy confiada conmigo, ya que me dejó cogerlos y acariciarlos».
«Si los llego a dejar allí, hubieran muerto congelados»
Pronto empezaría a oscurecer, y con la noche llegaría una bajada de temperatura aún mayor, la cual, junto al viento, hacía peligrar a la perra y a sus cachorros. Padre e hija sabían que, si no rescataban a los animales, posiblemente la madre no sería capaz de regresar con ellos a su casa. «Estábamos a -7 grados, a casi 2.200 metros de altitud. Si los llego a dejar allí, hubieran muerto congelados, estoy segura. Era incapaz de irme sin ellos», dice la joven.
Así fue como cogió en brazos a los cachorros, de apenas unos minutos de vida y menos de 30 centímetros de longitud, y emprendieron el camino de vuelta hacia Torre de Babia.
El descenso, que duró varias horas, fue un éxito debido al buen tiempo que hacía, pero pudo ser mucho más complicado. «Es una zona escarpada, donde hay mucho hielo, y que a veces hasta tienes que usar un piolet para asegurar los pasos. Si me llegase a caer, podía aplastar a los cachorros», explica la estudiante.
Finalmente, y ya casi de noche, padre e hija llegaron a la aldea. «La perra que había dado a luz estaba muy cansada, pero consiguió bajar ella sola y localizar su casa. Así fue como dimos con el dueño», dice Piñeiro.
Entonces, simplemente timbraron en aquel domicilio, adonde los había guiado la madre de los cachorros. Los recibió un hombre, que confirmó ser el dueño de la perra. «Nos agradeció mucho haber ayudado a la madre a dar a luz y nos pidió perdón por habernos metido en ese 'marrón', pero le dijimos que al final todo había salido bien y que fue una experiencia preciosa para nosotros», afirma.
María Piñeiro está en tercero de carrera de Veterinaria. Su familia, que reside en el centro de Lugo, tiene una perra en casa, así que está acostumbrada a convivir con estos animales. «Hice algo que hubiera hecho cualquier persona. No podría haberme ido de allí sabiendo que era una muerte segura para la madre y para sus cachorros», termina la joven.