Crecer en el rural: la casa nido de Os Ancares en la que los niños recogen huevos, vendimian y cocinan

María Guntín
María Guntín OS ANCARES / LA VOZ

LUGO

Los pequeños de la Casa Niño Argalleiros, junto al puente de Navia
Los pequeños de la Casa Niño Argalleiros, junto al puente de Navia cedida

El proyecto es mérito de Silvia Saavedra, una joven de 25 años que decidió volver a sus raíces para dedicarse a su gran pasión

29 nov 2021 . Actualizado a las 18:26 h.

Crecer en el rural es entender desde la cuna el valor de las raíces y crear una conexión difícil de establecer en lugares urbanos. Es también medrar entre árboles y animales, conocer a los vecinos y aprovechar el entorno seguro que conforman las calles del pueblo para aprender a caminar y a pedalear. En las zonas más alejadas de los focos, los colegios que aún sobreviven no están masificados y todos los niños se conocen desde siempre. Solo aquí es posible entender el funcionamiento del mundo, con los ojos puestos en formas de vida y costumbres que posibilitan a las ciudades despreocuparse de las necesidades más básicas. Sin embargo, idealizar el rural en tiempos de coronavirus es una desfachatez: el paulatino éxodo hacia el rural se argumenta en la calidad de vida que ofrece el campo; la despoblación, se basa en la carencia de servicios en las zonas más alejadas de las grandes urbes. La oposición entre estas dos facetas choca de frente con las ansias de los jóvenes que quieren trabajar y residir en el lugar en el que nacieron.

Volver a casa para trabajar

Una de estas jóvenes es Silvia Saavedra. Ella se salió de la norma y, contra todo pronóstico, con 25 años decidió dejar Lugo para volver a Navia de Suarna y trabajar en lo que ella quería. Puso en marcha, gracias a la Xunta de Galicia que financió el proyecto, la Casa Niño Argalleiros, que ya celebra su segundo curso de vida. «Estou moi contenta, encantada en Navia e querendo quedarme aquí o máximo tempo posible, levando a cabo o traballo da miña vida e axudando a educar aos fillos da xente de aquí, de xente coa que medrei», explica.

Cinco minutos después de entrar en la casa nido, ubicada en el corazón de A Proba, bastan para entender que Silvia adora a sus niños. Admite que acaba los días cansada, «pero os fines de semana acórdome dos nenos cada media hora». Este curso, Saavedra cuida de cuatro niños de dos años de edad.

El día a día

Las rutinas en Argalleiros empiezan poco después de las nueve de la mañana. La entrada es libre y progresiva, para favorecer el período de adaptación de los pequeños. Empiezan entonces a jugar libremente, y pasadas las 11.00 horas llega el turno de la actividad dirigida; los miércoles, por ejemplo, toca clase de cocina. Al terminar llega el momento de la merienda y justo después, un paseo por el pueblo: «Visitamos a Lolita, que nos da chuches; a Marina, que nos deixa apañar os ovos que puxeron as súas pitas; a Julio e os seus gatos, a Manolita...», narra Silvia.

Algunos de los niños comen en la casa nido y duermen después la siesta. Antes de que acabe la jornada, estos pequeños y su profe dan el último paseo por A Proba, aunque todo depende de las inclemencias del tiempo ya que, con frío, las horas de exterior se reducen forzadamente.

Las estaciones marcan también el plan diario de la casa nido: este otoño, los pequeños tuvieron la oportunidad de vivir una vendimia. Otro día, cogieron sus «caldeiros» dispuestos a recoger castañas. Además, Silvia y sus niños hacen desde comederos para pájaros hasta pintura al aire libre.

Niños de 0 a 3 años

La casa nido de A Proba puede acoger niños desde los cuatro meses a los 3 años. «Eu intento telos o máximo tempo posible fóra, sempre e cando non faga moitísimo frío», explica Silvia Saavedra minutos antes de leerles un cuento a los niños el primer día de frío invernal de este año.

Silvia, leyéndoles un cuento a sus niños
Silvia, leyéndoles un cuento a sus niños Carlos Castro

El IGE anticipa un éxodo hacia el rural: desde 2026 a la comarca de Os Ancares llegará más gente de la que se marchará

Anticipar el futuro de las zonas rurales es difícil. Hay quien dice que Galicia se vacía progresivamente desde hace años; otros argumentan que el verdadero problema no reside en el rural «baleiro» y sí en la gran concentración de gente que hay en las ciudades. Para despejar dudas, el Instituto Galego de Estatística (IGE) ofrece proyecciones de población a corto plazo en las distintas comarcas de la comunidad, con cifras que parten del año 2020 y se trasladan hasta el 2035.

Uno de los más reseñables para la comarca de Os Ancares es el siguiente: el 2026 será el primer año en el que el saldo migratorio (diferencia entre las personas que llegan y las que se van) sea positivo. En 2020 era de -32 y, todo parece indicar, en 2034 será de 37. A pesar de esto, la población decaerá año tras año en la montaña lucense.

Asimismo, en la comarca, dicen los pronósticos, nacerán cada vez menos niños. Está previsto que este 2021 alumbren 32 mujeres y, en 2034, podrían llegar al mundo solo 25 pequeños para un territorio extenso, que engloba a decenas concellos.

En cuanto a las proyecciones de población que ofrece el IGC, actualmente en Os Ancares están censadas 9.493 personas. En 2035, quedarán 7.542. Aunque el saldo migratorio se vuelva positivo, en la comarca fallece más gente de la que nace, por lo que mantener la población resultará, de seguir así la tendencia, casi imposible.