El caudal de agua del Balneario de Lugo es sensible a los grandes terremotos

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO

Antonio Garaloces, en los rebosaderos romanos del Balenario de Lugo
Antonio Garaloces, en los rebosaderos romanos del Balenario de Lugo OSCAR CELA

El temblor del año 1997 elevó el volumen del líquido, que se ha mantenido estable ante los seísmos más livianos que se han registrado desde entonces

24 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La erupción del volcán de La Palma ha recordado al mundo que el hombre poco puede hacer frente a la fuerza incontrolada de la naturaleza. Cuando el planeta ruge, nada lo detiene. En la provincia de Lugo no hay volcanes, pero sí una actividad sísmica regular que, de cuando en cuando, lanza alguna sacudida más agresiva. El último gran susto se produjo en el año 1997, cuando un terremoto que superó los 5 grados en la escala Richter generó momentos de pánico entre los lucenses.

Aunque el epicentro de aquel temblor estaba en el área de Triacastela y Becerreá, se dejó sentir a muchos kilómetros, con alguna que otra consecuencia. Recuerda Antonio Garaloces, director del Balneario de Lugo, que aquella fuerte sacudida se percibió en el caudal del agua mineromedicinal que es el eje de su negocio. «No tremor forte vimos que no manancial romano subía o caudal e que a auga non daba saído polos rebosadoiros». Lo que sucedió con aquel potente temblor no se ha repetido con los seísmos más pequeños que se han registrado en las últimas dos décadas, pero cada vez que una sacudida azota la provincia, Garaloces hace una comprobación del nivel del agua, por si acaso. Lo que no cambió, ni con aquel gran temblor ni con los más pequeños, es la temperatura, que se mantiene constante en los 43 grados, ni las propiedades del agua.

«Ten sentido ese cambio no caudal; as placas tectónicas móvense e poden pecharse ou abrirse máis, por dicilo de algunha maneira, polo que a auga, presurizada ata ese momento, pode incrementar o caudal. De 4 graos Richter para arriba, notaríase, pero nos pequenos que houbo nos últimos anos, de 2 ou 3 graos, non percibimos cambios», explica el empresario. Lo que sucedió en el balneario lucense no es un caso extraordinario, sino que hay más casos en los que fuertes temblores afectan a manantiales.

El misterio de las aguas

Un cierto halo de misterio científico reviste las aguas mineromedicinales que son el santo y seña del Balneario de Lugo. «Son augas de bastante profundidade, falábase de que poderían ter ata 3 quilómetros, pero os xeólogos non son capaces de determinar por onde veñen as circulacións nin a súa profundidade», explica Garaloces.

Y lo mismo sucede con su antigüedad. «Sempre nos centramos en que estas son augas milenarias, que hai 2.000 anos os romanos xa as desfrutaban, pero hai quen fala que poderían ter uns 15.000 anos. É dicir, que sería auga que hai uns 15.000 anos se adentrou na terra, se encamiñou ata profundidades terribles, que agora sube e que sae á superficie, por dicilo con sinxeleza». En el caso del balneario lucense, esa salida está próxima al río, y el líquido se va sometiendo poco a poco a un proceso paulatino de enfriamiento hasta que sale a 43 grados.

Garaloces, gran conocedor de la historia del balneario, no tiene constancia de textos históricos que recojan cambios generados en las aguas a causa de seísmos, pero eso no quiere decir que a lo largo de las centurias no se produjeran. El caso es que esas aguas que surgen de la tierra y con las que se trabaja en el reputado establecimiento lucense son sulfuradas (son 8 miligramos de azufre por litro), bicarbonatadas y sódicas con beneficios para diversas patologías. Hace 2.000 años los romanos ya percibieron sus ventajas y hoy en día siguen siendo muchos los que acuden a sus instalaciones.

El edificio guarda en su interior las termas romanas, una joya de hace casi veinte siglos

Cada vez que un cliente disfruta de las aguas del Balneario de Lugo, está siguiendo un camino que ya abrieron los romanos hace 2.000 años. Porque cuando el imperio llegó a lo que sería Lucus Augusti y localizó las aguas cálidas y terapéuticas, creó unas instalaciones en las que poder disfrutarlas. Sus restos todavía se pueden ver hoy.

En las entrañas del edificio principal se encuentran las termas romanas, que datan aproximadamente del siglo I después de Cristo. Se trata de un complejo llamativo arquitectónicamente, puesto que una parte está compuesta por bóvedas que hoy se mantienen en un excelente estado de conservación. No está claro a qué se destinaba cada parte conservada, pero se cree que una zona podía ser una sauna, y se han localizado varias piscinas. En una de estas piscinas se localizaron además una serie de aras que se pueden ver expuestas y que ayudan a seguir desentrañando la historia de Lucus Augusti.

Pero esos restos romanos no son los únicos que permanecen en el corazón del Balneario de Lugo. El paso del tiempo fue superponiendo edificaciones, y también hay restos de un horno y de una eira del siglo XVIII. La huella histórica de las instalaciones es enorme, igual que la calidad del líquido que motiva el lugar.

 Las aguas del Balneario de Lugo tienen indicaciones terapéuticas que van desde los reumatismos crónicos, degenerativos o no articulares, a las afecciones respiratorias como son la faringitis, la sinusitis o el asma. También están recomendadas para las enfermedades de la piel, el agotamiento físico o el tan traído estrés.