ANDRÉ S. ZAPATA
La alarma creada en torno al gran botellón celebrado el pasado jueves frente a la Catedral de Lugo ha vuelto a sacar a la palestra reclamaciones vecinales que hacía tiempo que estaban olvidadas. Más allá de la suciedad, el ruido o los incidentes que derivan de estas celebraciones -hace dos días un joven tuvo que ser trasladado al HULA-, un asunto preocupa por encima del resto a los amantes del patrimonio histórico de Lugo: los daños provocados por los participantes en los botellones que hacen sus necesidades contra los edificios más emblemáticos de la ciudad.