Oda al silbido

Emilio R. Pérez

LUGO

22 jul 2021 . Actualizado a las 13:53 h.

Silbar es un gratísimo ejercicio de relax, una elocuente muestra externa de optimismo, un recurso fónico del ser humano tan alegre y emotivo como el canto de los pájaros. El Himno a la Alegría debería haber tenido algún pasaje con silbido.

El silbido es un sonido modulado y armonioso que enamora. Entonado con maestría es pura gloria, cautiva y encandila a la persona; es amable y enternece, es dulzura, excita y acaricia a quien lo escucha, dignifica a quien lo entona y purifica aquel ambiente a donde llega con la linda música que lleva impresa. El silbido es un romántico fruncir de labios similar a un beso. Algo mágico contiene que seduce hasta a los perros.

Yo no silbo mal. Quizá no llegue a la sublime perfección de Kurt Saboy ?el ilustre silbador entre otras pelis de La muerte tenía un precio?, pero bueno, me defiendo. Silbar me inspira. Cuando busco esa perfecta frase, esa mágica palabra en un recóndito rincón de mi cerebro, silbo. Silbo en la ducha y silbo hasta en la calle. Bajando por la calle Lavandeira cierto día, me detuvo una señora:

?Silva usted como los ángeles ?me dijo?, me recuerda a mi marido.

?Siempre a sus pies, señora mía, encantado de endulzarle los oídos.

Desde mi ventana aquí en el alto rememoro aquel silbido apasionado que en dos tiempos recreaba  la beldad de un monumento: el del piropo. Hoy en día no se estila. Es machista. Sospechoso cuando menos. Tampoco está de moda deshojar la margarita, cortejar líricamente, pasear plácidamente por la Calle de la Reina y enviarle un cálido silbido o llamarle hermosa a una preciosa señorita… Lo romántico ya no se lleva. Antiguallas. Poco a poco vamos mutando a máquinas.