Ha vivido el Pazo tardes y noches históricas, heredero como es del viejo y entrañable Pabellón Municipal donde se fraguó la historia de este gran club, aquella cancha que sufrí primero como entrenador visitante. Mi estreno allí fue como rival del Breogán en su primer ascenso de la entonces Tercera a Segunda División. Era el año 1967 o 1968, apenas llovió desde entonces. Y allí también aprendí lo que significa el Breogán para esta ciudad en aquel quinto partido del play-off de descenso frente al Valvi Girona, con cena y fiesta por todo lo alto después. Ese espíritu permanece intacto en el Pazo Universitario y lo más grande es que permanece pese al relevo generacional que ha llevado a sus gradas a un montón de gente joven. Todos con el mismo sentimiento de sus antecesores.
«¡Auxílianos Pazo!»
Después del fiasco de Granada todos hemos vuelto la mirada hacia el Pazo. Es el ancha a la que hay que agarrarse cuando el peligro acecha y ahora todos queremos estirar la serie de este duro play-off hasta el último segundo. Y para ello es imprescindible que la eliminatoria llegue hasta el tercer partido y, claro, también es imprescindible que vuelva a resonar el grito de «¡auxílianos Pazo!», tantas veces escuchado. Ese recinto que albergó a casi 10.000 espectadores en aquel triste play-off de descenso con el Valvi Girona otra vez como rival.
Si fuese tan segura la victoria del equipo lucense como que el Pazo va a reventar animando al equipo, ya se podrían iniciar las gestiones para organizar el nuevo viaje a Granada. Pero no toda la responsabilidad recae en el público. Los jugadores son, al final, los que tienen en sus manos el futuro de este equipo. Lo que se siente ahí abajo cuando el pabellón empuja y ruge es imposible de explicar, pero te lleva en volandas.
Esperamos que todo salga bien, que el partido sea una fiesta y que aún nos quede una bala en la recámara para gastar el próximo domingo en Granada.