Dejan una vida acomodada y acaban uniéndose para acoger a niños ucranianos en Lugo

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA LUGO / LA VOZ

LUGO

Óscar Cela

La gerente del Rectoral Romean, Fátima Melo, y la representante de la ONG Kids Ucrania, Alba Carro, dieron un vuelvo a sus vidas y realizarán un campamento solidario este verano

25 feb 2021 . Actualizado a las 15:22 h.

Altruismo y valentía son los dos valores que llevaron a Fátima Melo a dejar la ciudad de A Coruña y montar un albergue en Romeán, una parroquia del concello de Lugo. «Tenía un trabajo de oficina de lunes a viernes, pero hice el Camino y supe que a mí me llenan otro tipo de cosas», resume. Hace dos años que abrió Rectoral Romeán, que no solo es albergue, sino un espacio común en el que se realizan actividades naturales, como yoga o «biodanza», y talleres de artesanía. A una de estas citas acudió la coruñesa Alba Carro, buscando desconexión con la ciudad y conexión conmigo misma. Ahí se juntaron el hambre con las ganas de comer. Esta joven dejó su empleo de ingeniera para ser la representante de la ONG Kids Ucrania, una organización que ayuda a niños ucranianos. La buena voluntad de ambas se fraguó con un proyecto para que 16 niños de Ucrania puedan alojarse durante una semana en Rectoral Romeán.

El albergue fue inaugurado hace dos años y cuenta con 20 plazas, una sala para talleres y un gran jardín
El albergue fue inaugurado hace dos años y cuenta con 20 plazas, una sala para talleres y un gran jardín Óscar Cela

«Siempre quise ser casa de acogida de quien lo necesitase; pregunté varias veces en las administraciones, pero fue un proceso vacío», explica Fátima. Ahora está cada vez más cerca de ser posible. Fátima y ,desde Kids Ucrania, Alba están reuniendo fondos para realizar un campamento del 1 al 8 de agosto en el albergue para niños ucranianos de dos orfanatos y un sanatorio. Es la primera acción que la ONG lleva a cabo en Galicia. Nació hace un año de manos de un matrimonio catalán y hace seis meses que está presente en la comunidad, a través de Alba. «Siempre quise ayudar a los que más lo necesitaban», se sincera la ingeniera, que ha pasado duros momentos hasta llegar aquí. «Era la gestora técnica de electromedicina del CHUAC, pero intenté por todos los medios humanizar el trabajo con una dura lucha de valores que al final acabó conmigo», cuenta. Alba vio en Kids Ucrania la oportunidad para dedicarse a lo que le faltaba en su anterior empleo: «Además vi que era una ONG transparente y con ayuda directa».

Huérfanos y víctimas de guerra

Ivanka, Igor o Irina son algunos de los nombres de los niños que tendrán la oportunidad de venir a Lugo. Los 16, que pueden incluso llegar a 20 si las donaciones lo permiten, ya tienen nombre y apellidos porque la ONG mantiene una relación constante con ellos. Son pequeños de entre ocho y trece años. Algunos de ellos son huérfanos, otros están en el orfanato porque su familia no puede hacerse cargo de ellos y otros tienen a sus padres en la guerra, que está «medio encubierta», como cuenta Alba. Con ellos vendrá una adulta porque no pueden ir solos en el avión, que se quedará un mes y por tanto necesitará un empleo, ya que en Ucrania no hay ningún tipo de financiación para los orfanatos. Además, si alguna familia lucense se anima a acoger a alguno de los niños, podrán quedarse todo el mes de agosto, tras pasar una semana en el campamento. 

Para que todos puedan viajar a Lugo necesitan alrededor de 5.000 euros, de los que ya llevan recaudados más de 1.000. «Para toda la gente que done quiero hacer una reunión y una merienda, si se puede, que a mí me gusta más dar que recibir», dice Fátima. La reacción a la acogida solidaria ha sido inmediata y popular. Una ucraniana residente en Lugo ya se ofreció para hacer de intérprete y varias amigas de Fátima que realizan artesanía están dispuestas a realizar talleres con los niños. Incluso la asociación de moteros de la que la alberguera es socia quiere ayudar económicamente. «Solo la ilusión que yo tengo y lo bien recibido que ha sido ya merece la pena», declara Fátima. La coruñesa asentada en Lugo no se arrepiente de haber dejado su vida en la ciudad. «Es la primera vez que vivo en una casa, venía de un piso de 70 metros cuadrados y ahora tengo unos 5.000 para mí», bromea. Pero ya está totalmente mimetizada con el verde del rural de Lugo y abierta a seguir acogiendo a personas de todo el mundo.