Una alberguera filipina en Paradela: «Mi marido falleció, pero voy a seguir con nuestro sueño»
LUGO
Carol Chua tiene ganas de recuperar en el año Xacobeo lo perdido en los dos últimos años
28 nov 2020 . Actualizado a las 19:58 h.Carol Chua es filipina, pero desde los 20 años trabajó en Barcelona. En unas vacaciones en Menorca entró en un bar del puerto con una amiga y allí conoció al menorquín que sería su futuro marido, Lorenzo. En el 2008 hicieron el Camino de Santiago y esta experiencia única los llevó a querer abrir un albergue. Fue tres años después cuando se decidieron a abrir Casa do Rego en A Pena, en Paradela. «Ella entró en el restaurante de Menorca para llevarse la cena, y se llevó al camarero». Así bromea Carol sobre la coincidencia de conocerse con palabras de su marido. Lo hace ella porque él ya no puede. En mayo del 2019 le diagnosticaron ELA y once meses después, en abril de este año, falleció. Carol ahora se mantiene fuerte y con ganas de que el año Xacobeo remonte los dos últimos de pérdidas. Sus principales motores son su hija, de nueve años, y disfrutar del albergue que «simboliza el sueño realizado de los dos».
Cuando peregrinaron por primera vez juntos hasta Santiago, por el Camino Francés, Carol y Lorenzo descubrieron una paz que se alejaba del acelerado ritmo de vida de Barcelona, donde ambos vivían y de donde querían escapar. Dejaron a sus amigos y a la familia de Lorenzo —la de ella está en Filipinas— y buscaron, con su niña de dos años, una casa para reformar y convertir en un albergue. Tampoco Carol sabe explicar con palabras lo que el Camino le hace a uno como para querer dejarlo todo. «Es una experiencia única que solo puede entender la gente que lo hace, porque están en la misma onda» explica Carol. La casa elegida fue una pequeña vivienda, prácticamente abandonada, en A Pena, una aldea de 20 habitantes de Paradela. Al principio, abrieron solo con un bar, pero se veían demasiado dependientes del resto de comercios. «Si los peregrinos paraban en un bar antes, ya no iban a venir al nuestro, en cambio si ofreces todos los servicios, sí». Fue por eso por lo que dieron el paso a instalar dormitorios. Casa do Rego tiene una capacidad para doce personas, incluyendo dos habitaciones privadas. Desde el 2013, el matrimonio iba avanzando en la reforma de la casa cada invierno. El de 2019 fue el último, por lo que la casa llegó a su reforma total. «Es una pena que mi marido no pueda estar para disfrutarlo», lamenta Carol.
«Al llegar mucha gente dudaba de que un matrimonio joven con una niña sacara adelante el negocio. Y con mucho esfuerzo, lo conseguimos»
A Lorenzo le diagnosticaron ELA en mayo del año pasado. Estuvo durante cuatro meses encamado en el hospital y el resto en el albergue, donde ellos también residen. «Estaba conectado a un respirador y era totalmente dependiente», cuenta Carol. Tras once meses «fulminantes», Lorenzo falleció a los 49 años. «En los últimos meses le pregunté si quería que nos volviésemos a Menorca, con su familia, pero no quiso, dijo que su casa ya era Galicia y quería morir aquí». Pasar por este proceso fue complicado de por sí, pero más con la pandemia. «Tenía mucho miedo al contagio por su estado; agradecí estar en un pueblo pequeño».
Sacar fuerza del orgullo
Carol acepta lo sucedido con naturalidad: «Cuando empiezas la vida en pareja nunca piensas que te puede pasar esto, pero así es la vida y son dos días nada más». También lo soporta mejor porque está orgullosa: «Al llegar a A Pena, mucha gente dudaba de que un matrimonio joven con una niña pudiera llegar a sacar adelante el negocio y ser competitivos. Y con mucho esfuerzo, lo conseguimos».
Tras dos años sin abrir su negocio, la alberguera se enfrenta al año Xacobeo con ganas de abrir, aunque tendrá que contratar personal y estar a expensas de lo que permita la pandemia. «Cuando estábamos los dos trabajábamos 16 horas al día, eso para mí sola es imposible». Carol tiene claro que su sitio seguirá siendo el Camino y Galicia, pero sobre todo el de su hija. La alberguera afirma que su pequeña está «muy arraigada» a su entorno y sus amigos. «Mi marido siempre me decía: ‘quien iba a pensar que de una filipina y un menorquín saldría una gallega'», bromea.