Los lucenses asumen y también entienden que este es el San Froilán que les ha tocado vivir. Con ruidos por alejados puntos de la ciudad, pero con un murmullo común e intrínseco de que lo primordial es la seguridad. «Aún hace nada estábamos con brotes y restricciones muy duras en A Milagrosa», recuerdan. A pesar de que el San Froilán de barullo y muchedumbre no haya podido ser, resiste el San Froilán más familiar. Los lucenses guardan la tradición de las comidas familiares. Así se explica la nueva oleada de tuppers de pulpo y comida encargada para llevar. Este año las calles han sido para los más valientes y fieles. Queda por ver si el Domingo das Mozas supera las previsiones.