Pastelerías

Antón Grande

LUGO

18 sep 2020 . Actualizado a las 22:16 h.

Cierra Santos, una de las confiterías de referencia para la gente de mi generación, de otras anteriores y, en cierta medida, también de posteriores golosos, que siempre los hubo en Lugo.

Para los chavales de mi época, y para otras, la calle Batitales, luego Doutor Castro, siempre fue y sigue siendo la Calle de las Pastelerías. Allí estaban Calvo, en donde las hermanas de don Jacinto, el socialista que se libró de la muerte huyendo por los tejados y excelente fumador de pipa que ya en la democracia llegaría a senador, Ramón, a donde mi tía Paca acudía diariamente, rito que sigue manteniendo mi prima Ana cada vez que regresa de Italia, a desayunar para dar salida a sus gustos azucarados, y Santos que nos ofrecía a los chavales unas bombas de chocolate rellenas de crema blanca que no podré olvidar en la vida.

Ya no quedan pastelerías en Lugo y las que existen, buenas, se han ciscado por los barrios y aunque pocas, siguen manteniendo calidad y buenas maneras aunque otras no son más que distribuidoras de productos de fábrica que producen dulces al por mayor pero sin esa artesanía que ofrece un sabor especial pero con una imagen de buena presencia.

Nos queda, eso sí y en plena rúa da Raíña, Madarro, que ha resisto todos los embates del tiempo y que ofrece no solo calidad, sino una estética que obliga a tomarse con calma la comanda mientras se disfruta de sus decoraciones en el techo, en tanto que una placa en su entrada recuerda a los advenedizos que es un local de los elegidos para servir a la casa real que no es moco de pavo.

Otras ciudades que he visitado, tanto en España como en otros países, tienen el dulce como especial complemento y con ello me refiero a Rumanía, Turquía o Bélgica o ya aquí, Ávila, Asturias con sus casadiellas o Monforte. Pero aquí el dulce parece ser para cumpleaños, festejos variados y, sobre todo, para deleitarse con ellos los domingos, tras la comida festiva y familiar.