«La gente va a pagar por seguridad»

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO

ALBERTO LÓPEZ

Os Cachivaches ha salido de la crisis del covid contratando gente. Su receta: extremar las precauciones y ofrecer al cliente un ambiente seguro

01 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Yo me pongo en la piel del cliente». Ese fue el punto de partida que la arrocería Os Cachivaches empleó para transitar de la vieja a la nueva normalidad. Y su razonamiento funcionó. Tanto, que aunque les da cierto pudor reconocerlo, mantienen los niveles de clientela de antes de la pandemia e incluso han tenido que incorporar más personal, algo casi inaudito en estos tiempos.

La fórmula con la que Os Cachivaches gestionó la crisis del covid se basa en ir, de alguna manera, un paso más allá de lo que imponen las normas. El día antes de que se decretase el estado de alarma, viendo que la situación se complicaba, ya no abrieron el restaurante. Aprovecharon el confinamiento para hacer una pequeña reforma que ya tenían prevista y la adaptaron a los nuevos tiempos, y cuando las autoridades permitieron que la restauración reabriese las puertas, prefirieron tomárselo con calma y ver cómo funcionaba el sector.

«Reabrimos el 16 de junio, más tarde de lo permitido, por la reforma y porque queríamos abrir con las mayores garantías. No sabíamos cómo iba a funcionar todo, no las teníamos todas con nosotros, así que tomamos esa decisión y no metimos prisa a la obra», desgrana Armando Méndez, propietario de Os Cachivaches. Así que cuando el restaurante reabrió, lo hizo con un protocolo muy exigente. «Desde el primer día obligamos a los clientes a utilizar las mascarillas para acceder al local», describe Armando, que defiende un planteamiento que, hasta el momento, a ellos les está funcionando. «Mi teoría es que la gente va a pagar por seguridad. Ya no importa lo bien que lo hagas, sino que además es necesario que se vea que lo haces bien».

Así se adapta un restaurante

Adaptar un local de hostelería a los tiempos del covid es una tarea complicada que requiere desde el uso obligatorio de la mascarilla para empleados y clientes -si alguien se la olvida, ellos se la ofrecen- a recurrir a desinfectantes y bactericidas. Pero en Os Cachivaches subieron la apuesta: las servilletas en el interior del local se entregan en una bolsa de plástico ideada para que los clientes puedan guardar allí sus mascarillas mientras comen. En la terraza los propios cubiertos se entregan en bolsas para evitar cualquier contaminación en tránsito, y en los baños el papel secamanos se ha sustituido por secadores para evitar cualquier tipo de contacto.

Las mesas, que antes se distanciaban en 1,30 metros, ahora tienen una separación de 1,70, y en ellas hay códigos QR para ver las cartas. Además, los menús impresos que llegan a manos de los comensales se rompen tras un único uso. «Te genera un problema ecológico, pero en estos momentos hay que valorar la situación».

En un primer momento, la arrocería apostó por dejar la barra, pero tras ver que a los clientes les resultaba difícil mantener las distancias, renunciaron a ella. «Perdemos a esa clientela de barra, y fastidia, pero consideramos que es lo que debemos hacer. Porque digamos que estás todo el día haciendo un trabajo ‘limpio', que no quedaría completo si se percibiese que en la barra no se respetan todas las medidas», argumenta.

Más plantilla que antes

«Estamos trabajando como un verano normal». Esa es la prueba del algodón que confirma que trasladar al cliente una sensación de seguridad tiene su recompensa. Y la otra prueba está en las cocinas. Antes de la pandemia en Os Cachivaches trabajaban 16 personas y ahora han tenido que incorporar una más para cocina. Algo casi inaudito en estos tiempos, aunque ellos lo analicen desde la humildad. Son momentos difíciles en todo el sector y apuntan que, como ellos, muchísimos de sus compañeros están haciendo el trabajo lo mejor que saben. La marca de la casa de la hostelería lucense.