Caminos verdes

María Guntín
María Guntín DETRÁS DEL CRISTAL

LUGO

14 jul 2020 . Actualizado a las 22:24 h.

A las puertas de la redacción, una mujer hablaba por teléfono esta tarde muy preocupada. Le decía a la persona que estaba al otro lado que tenía miedo porque en Lugo, el covid-19 no da tregua ni descanso. Mientras, se tocaba nerviosa la chaqueta y, en la distancia -de seguridad- que nos separaba pude ver que sudaba. Después, se fue calle abajo. De los últimos meses quedarán secuelas, y si no, tiempo al tiempo. Pocos serán los espabilados que pasen página e inicien conversación con temas banales, los del día a día. O quizá, hablar del buen o mal tiempo sea a veces la única escapatoria para dar la espalda durante al menos unos segundos al coronavirus.

Ahora, aún sin cierta perspectiva y por hablar de temas poco trascendentales, pienso en el verano con los pies puestos en un julio que se antoja histórico. Nada de cruzar el Atlántico ni de pasear por la Gran Vía o a las puertas de la Sagrada Familia. Antes de que empezase la pandemia, reconozco que llevaba meses con el corazón en mi último viaje. Mi pulso seguía a las puertas de la Casa Rosada, en la ciudad de Buenos Aires. Estuve muchas semanas leyendo sobre los rincones del país y paseando por todas las fotos que nos habíamos hecho obsesivamente. Ahora, llevo días buscando rincones de la provincia que desconocía que quería visitar. Es también momento de arrancar y de empezar a disfrutar de todo lo que está cerca y que, por raro que parezca, tanto desconocemos. 

Desde que empezó la pandemia, y como última aportación banal del día, ha aumentado la curiosidad por las casas que se venden en las aldeas de toda Galicia. Hasta los urbanitas hemos perdido el juicio por poner los pies sobre la hierba durante tan solo cinco minutos. Ahora, con esta poca perspectiva de la que hablaba puesto que aún no ha pasado el tiempo suficiente, ya es posible adentrarse, con sentidiño, en los montes. Los árboles, los animales, los ríos y las aldeas son quizá el oasis perfecto en medio de todo este caos. Encontrar la paz es una tarea siempre difícil, al menos para los que tenemos una mente traicionera que nos bombardea constantemente, pero esto se complica aún más entre cuatro paredes, dentro de un bloque de cemento y con los motores de los coches como banda sonora. Quizá sea este el camino hacia el que nos acercamos, hacia el que vamos, y quizá seamos muchos los que, tras unos cuantos meses, hemos decidido que la vida tiene que empezar a girar por los caminos verdes y alejarse un poco del humo de las ciudades. Frenar es también sobrevivir, aunque hace tan solo unos meses se antojase como algo imposible.