Recibió 34.000 euros en los diez días posteriores a la publicación del incremento en la cifra de demandantes

Lucía Rodríguez Peña
Redactora

«La gente tomó el Banco de Alimentos como lo que es: el Banco de todos», afirma Amadora Núñez, la responsable de entregar cada semana en Lugo 20 toneladas de comida. La imagen de las colas en torno a la nave del polígono de O Ceao, donde martes y viernes se organiza el reparto, impactó en la retina de los lucenses. En apenas diez días, la organización recibió 34.000 euros en donaciones. Las grandes superficies entregaron palés cargados de alimentos. Cooperativas locales enviaron toneladas de productos. Todo para ayudar a unas 10.500 personas privadas de lo más básico.

«Cuando salió publicado en la prensa, la gente no se lo creía. Muchos se acercaron para verlo y han visto lo que han visto», relata Amadora. Lo que vieron fue la misma imagen que el fotógrafo Alberto López captó el pasado 21 de abril y que salió publicada en la portada de La Voz al día siguiente. Decenas de personas en fila, a la espera de recibir un paquete con un suministro básico.

«Barbaridad»

Desde que se declaró el estado de alarma el 14 de marzo, unas 300 familias más se incorporaron a la demanda de alimentos que gestiona el banco, cuya cifra de usuarios era ya una «barbaridad» antes de la pandemia, según la responsable. Abrumada por la ayuda recibida tras conocerse el incremento de personas en apuros, Amadora Núñez se muestra muy agradecida por la respuesta: «La gente se vuelca cuando sabe que hay una necesidad».

Los 34.000 euros reunidos en tan solo semana y media tras revelarse esa información provienen, según indica, de donaciones muy diversas: «Desde chavales de instituto, que pusieron dos, seis o diez euros, hasta gente que ha puesto mucho más», señala.

Emergencias

De esa cantidad recaudada, 25.000 euros se han empleado para comprar «toneladas de harina, arroz, azúcar, lentejas y aceite de girasol», alimentos con los que se han elaborado paquetes básicos. El resto del dinero se ha quedado en caja, según apunta Núñez, para poder responder a una eventual emergencia.

Una de las urgencias que mantuvo en vilo a la responsable fue la falta de leche antes de uno de los repartos. «Tenía cinco palés y con eso no tengo ni para empezar», recuerda. Quiso evitar pedir ayuda a la empresa lucense a la que siempre recurre en estos casos y de la que siempre recibe una respuesta positiva. Cuando el tiempo para la entrega se agotaba aparecieron de la nada 17 palés de leche enviados por una firma de Meira.

Los niños

Al goteo de ingresos recaudados a lo largo de la alarma sanitaria, han sido cuantiosas las donaciones efectuadas por empresas o cooperativas locales en forma de productos. Una marca de supermercado acaba de enviarles 14 palés de mercancía, mientras que otra ya les ha anunciado la entrega de cinco toneladas recogidas en una operación solidaria a través de sus tiendas. Así han llegado también a la nave de O Ceao 240 toneladas de patatas, 60 cajas de huevos, chorizos de porco celta, bollos de chocolate y huevos Kinder para los niños.

Esas aportaciones han permitido entregar semanalmente a los usuarios paquetes optimizados, en los que se ha podido incorporar alguna de esas delicias. «En todo este tiempo, siempre ha habido comida suficiente para que llevara todo el mundo que ha venido hasta aquí. Para mí, eso significa que los niños han recibido en sus casas la comida», concluye reconfortada Amadora Núñez.

«Personas que no aguantaban más»

Amadora Núñez señala que la cifra de usuarios del Banco de Alimentos, tras el incremento experimentado en las primeras semanas de la pandemia, ha bajado, pero en un porcentaje pequeño, entre un 7 y un 10%. «Las colas siguen existiendo», apunta. En parte porque se ha incorporado a la demanda gente que no había venido antes: «Son personas que aguantaron hasta el último momento y ya no pudieron más».

«En una ocasión, encontré a un hombre llorando fuera de la nave. Lo llevé a la otra y lo calmé, le dije que esto es un momento puntual y que lo importante es que él y su familia estuvieran bien», recuerda la responsable del Banco.

«Muy duro para ellos»

En todo este tiempo, el equipo de voluntarios ha amortiguado varios golpes, como la incertidumbre ante la demanda creciente de alimentos o la llegada a la nave de perfiles nuevos. «Ha sido muy duro para ellos. Gente responsable, con cargos importantes, en ERTE, sin haber cobrado nada y que vinieron para poder subsistir. Lo han pasado muy mal», relata Núñez. Pone como ejemplo el caso paradójico de una cocinera, «acostumbrada a elaborar grandes cenas y banquetes» y que ahora espera en la fila para ser atendida.

«Psicológicamente estamos agotados porque primero había que luchar para conseguir la comida y después luchar con estas personas que se nos venían abajo», explica la responsable, que añade: «Estamos cansados, pero muy felices. Esto te llena el corazón, tendríamos que pagar dinero por hacerlo».