Contrarreloj

María Guntín
María Guntín LUGO / LA VOZ

LUGO

05 may 2020 . Actualizado a las 00:10 h.

Salir de la monotonía en tiempos de coronavirus es difícil. Los días se parecen cada vez más y eso, para una periodista, parece el fin del mundo. Porque de repente, una buena mañana de martes, ¡zas!, crisis existencial. Es difícil encontrar temas y más aún, salvarlos desde el sofá. Los días grises se acumulan y a veces, resultan insoportables. Poco se habla de la factura psicológica que provoca esta crisis en todos los profesionales de la comunicación. 

La primera vez que entré en una redacción tuve sensaciones que sobreviven con el paso de lo que, sin saber cómo, se ha convertido en años. Me parecía increíble que saliese el periódico al día siguiente cuando a las doce de la mañana aún no sabíamos lo que íbamos a escribir. Es inexplicable. A las seis de la tarde, aún ahora, ocurre algo impredecible y vuelta a empezar. Adiós a las líneas con las que llevabas todo el día y hola de nuevo a la página en blanco. 

A día de hoy, sigo teniendo a diario la sensación de que peligra la publicación del periódico del día siguiente. Supongo que es intrínseca a mi condición de novata en esto del periodismo. Sin embargo, he conseguido superar un miedo infundado y a la vez conmovedor: las maquetas limpias. Verlas y abrirlas me hacía sudar, y a veces hasta me costaba escribir las primeras líneas. Con el tiempo, a la hora de hacer el volcado de web a papel, ver cómo poco a poco se van llenando los párrafos de ideas que habían nacido de repente me provocaba un cierto placer. Con el covid-19 acechando a todas horas, este placer se ha desdibujado y se ha fugado hasta mi mesa de la redacción, o más bien hasta la redacción entera. Y allí me está esperando porque se ha negado a regresar a mi sofá.

En tiempos de coronavirus es también cuando más críticas se leen a través de las mal llamadas redes sociales. Despotrican sobre artículos, medios y periodistas. Que si las cifras son malas, que si sacamos al político de turno porque nos interesa, que nos hemos comido una letra y qué menuda sinvergüencería. Y así, día tras día. Para convivir hace falta aceptar y también pedir perdón. Si algo salva a los medios de comunicación de una crisis que se sale -y mucho- de lo sanitario, son los periodistas que hay detrás de cada página. Su humanidad y empatía es la misma que a veces provoca que falte una letra o que una cifra sea del día anterior y, por lo tanto, esté muy pero que muy anticuada. En esta profesión, lo que pasó ayer pertenece a la Prehistoria.

Pero las manos a veces fallan y el tiempo, a veces aprieta. En una lucha contra el reloj contra la que siempre perdemos, también es importante hacerles llegar a nuestros compañeros la admiración y el respeto que sentimos por ellos. Y para eso, aunque parezca que no hacen falta palabras, es ahora cuando son más necesarias que nunca. Pronto, los teléfonos volverán a sonar en la redacción.

Acecha la madrugada mientras escribo estas líneas y, aunque sea en la distancia y a través de una pantalla,  os sigo leyendo.