Un vergel en el hospital de Lugo

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO

OSCAR CELA

Manolo Pérez cambió la fibra óptica por un espacio donde cosecha kilos de alimento y cariño

27 may 2019 . Actualizado a las 01:53 h.

La actividad en el hospital Lucus Augusti es frenética. Unos que entran, otros que salen, otros que esperan su turno. Un ir y venir de gente y de historias. Una sensación de ajetreo que va menguando a medida que se avanza en dirección a la zona donde se encuentra uno de los pequeños secretos a voces del HULA, su huerto solidario.

Fue la ONG Apetéceme y la gerencia del hospital las que impulsaron la iniciativa y son las sabias manos de Manolo Pérez las que la convierten en realidad. La idea era poner en funcionamiento un huerto ecológico cuya producción fuese a parar íntegra a colectivos que ayudan a la gente más necesitada, y a eso se han dedicado los últimos cuatro años. Un tiempo en el que cerca de 11.000 kilos de verduras, hortalizas y algunas fruta han salido de los terrenos del HULA directamente a asociaciones, asilos o comedores sociales. Cada tomate y cada repollo que se cultiva en la ácida tierra que rodea al Lucus Augusti tiene valor doble.

Vestido con su funda negra y su gorro de paja -protege del sol y permite que corra el aire, explica-, Manolo dedica sus mañanas a mimar los 700 metros cuadrados que tiene cultivados. La primera vez que se acercó a lo que hoy es su lugar de trabajo lo hizo como voluntario. «A idea era que houbera bastantes voluntarios e coordinalos un pouco, pero ao final quedei porque hai voluntarios, pero non tantos como desexamos», desvela, y el cultivo exige dedicación.

En su casa natal en Pena, en Castroverde, de pequeño Manolo ayudaba a su madre en las labores de la tierra. Le gustaba, pero los años le llevaron por otros derroteros. «Eu veño do campo da fibra óptica, traballaba impartindo cursos, pero ese traballo obrigábame moito a desprazarme. Tiven dous cativos e como xurdiu esta oportunidade, decidín dedicarme a isto porque así teño a tarde para levar aos nenos a actividades», explica en medio de su pequeño paraíso hortícola. Un lugar en el que disfruta como un niño.

Un invernadero de 136 metros cuadrados que tuvieron que reconstruir después de que un temporal lo destrozase hace un par de años y 16 parcelas exteriores de 24 metros cuadrados cada una son la oficina diaria de Manolo. En ellas va rotando cultivos en función de la época del año y de lo que mejor se amolde a la tierra del HULA, una parcela que pone a prueba a hortelano y hortalizas. «Este é un lugar extremo: no inverno, vai moito frío, e no verán, moita calor. Por iso no verán utilizamos rego por goteo, así aforramos auga».

En los meses cálidos la producción se dispara. Recuerda Manolo que el año pasado recogieron varios cientos de kilos de sandías, aunque lo que mejor se da son repollos, coles o chícharos, que soportan bien las bajas temperaturas. Solo el año pasado, del huerto del HULA salieron 3.325 kilos de alimentos que se distribuyeron varias organizaciones que trabajan con gente con pocos recursos. «Iso faino máis especial. Ves a cara coa que veñen recoller os produtos e é moi satisfactorio. Marchan moi contentos e ves que vai para xente que realmente o necesita», razona Manolo.

 Ante todo, orgánico

Con constancia, mimo y dedicación Manolo ha conseguido que un pedazo de tierra que rodea al hospital se vuelva fértil y solidaria. Y, además, respetuosa con el medio ambiente. Porque los químicos no tienen sitio en el huerto de Apetéceme. «Tentamos que sexa o máis orgánico posible. Emprego sempre que podo produtos ecolóxicos, allos ou estrugas, e se se me resiste algo e teño que mercar, tento que sexa ecolóxico. Ademais, nas hortas orgánicas como as nosas non soe haber pragas», desgrana.

En el perímetro exterior de cada parcela hay hierbas de las que llevan la etiqueta de malas en las que se esconden pequeños animales, como lagartos, que acaban siendo aliados de Manolo, y para los pájaros planta directamente girasoles con los que se alimentan. Todo está milimetrado. En la mesa montada sobre caballetes que tiene en la cabina de obra -pintada y acogedora- reposan varios libros sobre huerta y producción ecológica de los que también ha sacado algunas ideas. Porque el proyecto del huerto solidario se ha convertido en un ente muy vivo y una fuente de felicidad y alimentos para muchos que sigue abierto además a la llegada de voluntarios.

Además de un invernadero de 136 metros cuadrados, hay 16 parcelas de monocultivo

El huerto está abierto a la colaboración de cualquier voluntario

En cuatro años han recolectado 11.000 kilos de alimentos para asociaciones benéficas