El abrelatas nació hace 115 años en una casa de Vilaseca, en Negueira

M. Fernández / X. Carreira NEGUEIRA / LA VOZ

LUGO

MANUEL

José Valle, de Vilaseca, lo patentó y lo produjo en una fábrica de Gijón

17 may 2019 . Actualizado a las 19:51 h.

Hace unos 115 años aproximadamente, José Valle Armesto, de la Casa de Vale, en Vilaseca, Negueira de Muñiz, patentó una pieza de metal menuda, pero de una utilidad extraordinaria: el abrelatas. En 1906 comenzó, en una nave de Gijón, la producción de su invento que bautizó con la marca El Explorador Español. Las pocas unidades que deben quedar, porque la fábrica cerró a finales de los años sesenta del pasado siglo, son objeto de deseo para coleccionistas porque la fábrica. Al abrelatas de Valle le salieron más adelante multitud de copias, muchas de ellas en China.

LV

Este lucense, que tendría que figurar en la enciclopedia de grandes inventores, también se dedicó a hacer tapones de porcelana para las botellas de gaseosa. De su fábrica salían ya con las piezas de alambre que los unían al cuello de la botella.

La casa de Vilaseca en la que nació José Valle, la comparten actualmente sus parientes Joaquín, Jose y Raquel Valle. La vivienda, en la que todo está perfectamente cuidado, tiene espectaculares vistas al embalse de Grandas.

«Cheguei a coñecelo porque nalgunhas ocasións volveu ao seu lugar para ir de caza. Marchou de aquí para Xixón, onde comezou a traballar cun camión. Temos algunha referencia que nos di que foi facer vida a Cuba. Ao volver mercou, cun socio, unha nave no centro da cidade asturiana e nela, cuns trinta traballadores, a maioría mulleres, comezou a produción. Coñecín a fábrica e tamén lembro de ver pola casa papeis con deseños do dispositivo. Meu tío morreu no ano 1960. Pouco despois, a fábrica acabou sendo embargada», contó su sobrino Joaquín.

Joaquín Valle recuerda que la última vez que el inventor del abrelatas volvió a Vilaseca su hermano lo llevó en una mula hasta la carretera para que lo recogiera un taxi y marchar a Gijón. Parece que el vehículo tardaba porque José dijo: «Si en diez minutos no viene el taxi, me vuelvo a Vilaseca y ya muero allí». No fue así. El coche de alquiler, aunque retrasado, acabó llegando y el dueño de El Explorador Español regresó a Asturias.

Joaquín, que tiene 74 años, que no aparenta, recuerda que su tío Enrique (hermano de José el inventor) tenía una fragua en la que preparaba y arreglaba herramientas para los vecinos. Quizás en la forja surgió la idea de crear una pieza para abrir las conservas.

«El abrelatas El Explorador Español es único. Presta cuatro servicios y se constituye en el amigo inseparable del excursionista. Con él hace frente a estas situaciones de abrir los botes de conserva y de leche condensada. Es cuestión de un minuto», decía la publicidad en los periódicos editados en Madrid. Añadía también: «El ama de casa no ha de privarse de darle sitio en la cocina para estas operaciones rápidas. Pero sobre todo en la excursión es insustituible. Ocupa muy poco lugar en el pantalón o el chaleco. Su precio, por lo barato, se hace asequible a todo el mundo. Además levanta tapones en corona. Y sirve para punzar el envase de leche condensada, dejando un orificio para extraer el contenido, permitiendo la mejor conservación. El cuarto uso del abrelatas es el del pequeño destornillador para eventuales circunstancias».