«La esclavitud de España en Cuba sigue siendo un tema tabú»

antón grande LUGO

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ARCHIVO ELISA VAZQUEZ DE GEY

La escritora lucense Elisa Vázquez de Gey recrea La Habana colonial y negrera en su última novela

11 may 2019 . Actualizado a las 19:42 h.

Una casa en Amargura es la última novela de la escritora Elisa Vázquez de Gey (Lugo, 1955) en la que trata La Habana en la época colonial y negrera, con esclavos que llegaban en barcos procedentes de muchos lugares del mundo, incluidos chinos y gallegos.

«La idea del libro -explica Elisa- en estos 500 años en que se celebra la fundación de La Habana, surgió en una cena en la isla de La Reunión. Allí, un colega sentado a mi lado me comentó que su bisabuela había sido esclava en la isla. Pensé que si en este territorio francés hubo esclavitud, tenía que haberla en territorio español aunque aquí se me niega, por ello me encontraba con respuestas de que no había datos».

Urbano Feijóo

Vázquez de Gey viaja entonces a Cuba y allí se encuentra con que hubo una esclavitud de muchos años y que se había ocultado. Se percata que los próceres españoles eran esclavistas de un lado del mar y del otro, benefactores como Urbano Feijóo, diputado en Cortes aquí y esclavista en Cuba.

ARCHIVO ELISA VAZQUEZ DE GEY

«Descubro entonces -comenta- que la esclavitud, que se abolió en España en abril de 1886 por la infanta María Cristina como regente, duró allí varios siglos y en ella estuvieron no solo negros sino chinos y blancos. Para mí como investigadora, desde luego que me encantaría encontrar a un descendiente de esclavo español pero esto resulta difícil, muchos se quedaron allí en diversos trabajos al ser liberados y se les perdió la pista porque además muchos fallecieron siendo esclavos o se alistaron al ejército y luego murieron en la guerra de Cuba».

ARCHIVO ELISA VAZQUEZ DE GEY

«El esclavismo estaba organizado por la ley española»

La ley española tenía organizado lo relacionado con la esclavitud. Así, si una esclava quedaba embarazada y conseguía 25 pesos para pagar el feto, algo difícil entonces, el hijo que nacería sería libre. Así mismo, había diferencias entre los esclavos rurales y de ciudad ya que estos últimos vivían en las casas de sus amos y tenían mejor trato. «En La Habana -explica Elisa Vázquez- cuando nacía un niño o una niña, le regalaban un negrito, un muleque que le decían, para su servicio personal y que estaría siempre con él durante toda su vida por lo que en muchos casos se fraguaba una amistad entre ambos, algo que reflejo en mi novela con la protagonista».

«Además -relata- la sociedad esclavista cubana tenía una idea de que un esclavo, por el que se pagaba para comprarlo, era como un bien al que había que cuidar y de hecho la autoridades comerciales, son los que defienden a los esclavos de ahí que se hiciesen seguros para estos, de vida y protección, en aseguradoras que por cierto eran gallegas. Los esclavos eran como bienes, como el ganado o las máquinas de los terratenientes. Conviene aclarar que el mercado de esclavos estaba prohibida desde 1882 pero no la esclavitud de aquellos que ya habían sido comprados por lo que siguió hasta 1886 en que fue abolida y dadas la carta de libertos a los esclavos».

Un ourensano esclavista de gallegos

Cuando comenzaron a escasear los esclavos y la producción de azúcar aumentaba, se necesitaba más mano de obra de ahí que el ourensano Urbano Feijóo, natural de Viana do Bolo, diputado en Cortes por Ourense, solicitase a España el privilegio real de enviar trabajadores a la Provincia de Cuba.

Una vez concedido, Feijóo contrata a una serie de escribientes que recorren las aldeas ofreciendo trabajo en Cuba durante 5 años y que regresarían con un buen capital. Gallegos pobres y analfabetos firman contratos leoninos en donde figura que cobrarían incluso sueldos inferiores a los esclavos. De 1853 a 1855 marchan a La Habana 1.744 paisanos repartidos en 7 expediciones con seis semanas de diferencia con lo cual, el abarrote es tal que no logran colocarlos y comienzan a morir de cólera, por lo que los llevan como esclavos pasándolos a sus propiedades. De hecho en el primer mes murieron por falta de aclimatación y cólera 300 gallegos.

Otros se escapan y vagan por los caminos mientras que algunos prefieren la cárcel antes que a Feijóo. Desde allí logran informar de su situación de esclavitud, cárcel y muerte. Las mujeres que reciben las cartas, las hacen llegar a los curas de las aldeas, que sabían leer, y estos las presentan a la ley, llevando el tema contra Feijóo en las Cortes el diputado gallego Ramón de la Sagra y así se trató oficialmente la trata de esclavos. El Gobierno decide la libertad y a los que quisieran volver, se les diesen facilidades. De los 1.744 sobrevivieron 1.100 que regresaron, se quedaron en trabajos o en la milicia.