Empezó con un programa de nutrición escolar y ha impulsado varios huertos
10 abr 2019 . Actualizado a las 22:16 h.Tras más de una década de viajes y colaboración con otras organizaciones no gubernamentales, hace tres años un grupo de lucenses puso en marcha Escuela Shantidi, una ONG que impulsa en la India un proyecto en el que la nutrición infantil, el control de la salud, la escolarización y el autoabastecimiento van de la mano. El colectivo tiene bajo su ala dos pueblos, en uno viven una treintena de familias y en el otro habitan 250 personas. Niños sin casta y adultos con muchas carencias que la ONG lucense intenta paliar.
El primer paso que la Escuela Shantidi dio en el país asiático fue asumir la nutrición de un colegio. «En su momento, la escuela con la que comenzamos contaba con el apoyo de un grupo de gente nórdica para poder comer, pero se quedaron sin esa colaboración y asumimos nosotros la tarea», relata Teresa Vila, una de las impulsoras del colectivo, y voluntaria desde hace más de veinticinco años. «Empezamos proporcionándoles una comida diaria y a partir de ahí seguimos ayudando con otro programa de nutrición».
Recuerda Teresa que cuando comenzaron, muchos niños jamás habían probado la leche. «Teníamos que diluírsela en agua porque sino era demasiado fuerte para su cuerpo». Para asegurarse de que los pequeños acudían todos los días a la escuela, entendieron que la mejor fórmula era involucrar a sus madres, así que organizaron unos talleres en los que enseñan a las mujeres a coser. «Un amigo compró las máquinas y les asignamos un profesor. Así teníamos seguro que dejaban ir a sus hijos, les dábamos formación, y las bolsitas que cosían las vendíamos para reunir fondos», prosigue la voluntaria.
El trabajo que Escuela Shantidi está desarrollando en la India se ha hecho merecedor del premio-ayuda 2018 para proyectos de cooperación y solidarios del Colegio Médico de Ourense. Una colaboración que destinarán a impulsar un programa de detección precoz de la diabetes en 200 familias y a valorar la situación nutricional de los pequeños. Si detectan carencias, comprarán complejos vitamíncos.
El gran reto que persigue Escuela Shantidi es que los dos pueblos que dependen de ellos se valgan por sí mismos, y para lograrlo es prioritario tener acceso a alimentos. «Ellos comían simplemente arroz, y cuando podían. Lo que hicimos fue poner en marcha huertos y les buscamos un profesor, de esa forma tienen acceso a verduras y hortalizas. Lo que realmente nos interesa es que sean autónomos para poder llevar nuestra ayuda a otros lugares», desgrana la voluntaria.
El sueño de una escuela
Desde que comenzaron su tarea en los pequeños pueblos de India, los cambios han sido notables. A diario están en contacto con ellos y ven a través de fotos su evolución. El próximo septiembre un grupo de ocho voluntarios viajará de nuevo al país asiático y entre sus planes está enseñar a las mujeres a hacer jabón para que puedan usarlo y venderlo. También intentarán que las madres aprendan a coser vestidos para poder vender y recaudar fondos. Tienen en mente construir aseos para niñas en centros internos y a medio plazo sueñan con construir una escuela propia. Muchos proyectos que, a pesar del trabajo, generan una enorme satisfacción en la ONG lucense. Sobre todo, al comprobar la implicación de los niños y las madres.
Un colectivo que nació de un grupo de amigos del colegio de Fingoi
El carácter solidario es lo que distingue a cada integrante de la Escuela Shantidi, una organización no gubernamental que nació de un grupo de amigos que se conoció con apenas cuatro años en el colegio Fingoi y que hoy están dispersos por toda Galicia.
Ellos fueron el germen de una ONG en la que gente como Miguel Martínez, Teresa Vila, Marcos Vellé, Rubén Fernández, Xulio Pardo, Pilar Zato, Ricardo Díaz, Carlos Berruezo, Anuska Díaz, Giovanni Liguoro, Pilar Martínez han puesto ilusión y trabajo. Comenzaron siendo un pequeño grupo y con el tiempo han tejido una red amplia. Su lema es que todo el mundo tiene algo que aportar.
Esas redes familiares y de conocidos les ayudan a financiarse. A ello suman donaciones privadas y la ayuda de la Diputación de Lugo. Los sistemas de baremación de la Xunta, que priorizan grandes colectivos y tener trabajadores, les impide acceder a las ayudas autonómicas, pero eso no les frena. Intentan llegar a sitios pequeños en los que nadie ayuda. Y es lo que están haciendo.