Benedicto, el último «fabricante» de traviesas para las vías del tren

LUGO

OSCAR CELA

Un vecino de Saa preparó en su aserradero miles de pieza de roble para las líneas ferroviarias

23 feb 2019 . Actualizado a las 08:28 h.

Cuando los telexornais muestran las obras de la alta velocidad ferroviaria que está acercándose a Ourense, Benedicto no consigue ponerle freno al recuerdo. Durante muchos años, allá en la década de los sesenta y setenta del siglo pasado, era uno de los que preparaba traviesas de madera para las vías de la provincia por las que circulaban el ferrobús, el correo y los modernos automotores TAF. El hormigón sustituyó al carballo. Pensar en poner madera para asegurar los carriles por los que circularán trenes a más de 200 por hora parece ridículo. «Meu fillo, non se pode comparar. O ferrobús cando chegaba a embalar dificilmente chegaba aos 80. A vía non daba para máis. Agora ben, non se pode pensar que fora máis insegura que a moderna de agora por ter travesas de madeira», cuenta Benedicto Castro Varela, un vecino de Santiago de Saa, que anda por los 82 años.

Este hombre conserva su vieja carpintería aserradero y también unas cuantas traviesas de roble que constituyen el recuerdo de una parte de lo que fue su negocio. «Sempre traballei de carpinteiro, seguindo o oficio de meu pai que tivo un taller con máquinas movidas por auga. Faciamos de todo e tamén no seu tempo as travesas que logo nos viñan buscar en camións para distribuílas logo polas vías», apuntó.

No es capaz de recordar cuántas preparaba al día, pero en su memoria pervive el gran esfuerzo que suponía mover las piezas que debían tener un grosor mínimo de 24 centímetros de ancho por 12 de alto. «Foron miles as que preparamos. O que facíamos era cortalas á medida e deixar preparados os puntos de apoio que non chegabamos a furar. Iso facíano as brigadas da Renfe», expresó Benedicto.

El octogenario de Saa, recuerda que eran los maderistas los que llevaban los carballos hasta la carpintería. «Alí ocupabámonos de facer a serra en verde e logo quedaban a secar», explicó Benedicto. La parte que usaban era la central del roble por tratarse de la más duradera.

Los expertos en infraestructuras ferroviarias explican que las traviesas tenían funciones muy importantes en las vías como aguantar los raíles, recibir las cargas soportadas por estos, mantener la estabilidad de la vía y actuar como aislante eléctrico entre los carriles.

Benedicto recuerda que las traviesas debían entregarlas totalmente planas en lo que respecta a su base, aunque por la parte superior no precisaban ir lisas. De su aserradero salían sin ningún tipo de tratamiento. De eso se ocupaba una empresa que les proporcionaba varias capas de un producto para evitar el ataque de insectos. «O carballo realmente non precisaba moito tratamento porque se é polo samo non hai quen o entre», dijo el fabricante de traviesas.

En las vías lucenses esas piezas de madera tardaron mucho en desaparecer. Incluso hace 10 o 15 años estaban presentes en algunos trayectos. Actualmente la normativa que se aplica en Europa a las infraestructuras ferroviarias exige la colocación de hormigón. Apuntan algunos especialistas que la madera ofrece muchos más beneficios como, por ejemplo el peso. Una traviesa de hormigón anda por los 300 kilos; la de madera, por 70. Es más fácil de colocar y en un descarrilamiento no se parte tan fácilmente como una de hormigón según la opinión de quienes defienden el uso de la madera. Benedicto, en cambio, no se pronuncia.