«El jabalí urbano puede atacar a una persona porque ya no le tiene miedo»

Miguel Cabana
miguel cabana LUGO / LA VOZ

LUGO

CEDIDA

Un guarda y experto en fauna, pionero en España en frenar la plaga de jabalí en Altea mediante la caza con arco

04 jul 2019 . Actualizado a las 19:57 h.

José Gabriel Fernández Valverde (Granada, 1985), es técnico forestal y de conservación del medio natural especializado en especies exóticas invasoras e incendios forestales y en aves rapaces autóctonas. Actualmente es el guarda rural de la Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Altea, Alicante, dirigida por una mujer de los círculos de Podemos, que comprendió la necesidad de controlar la población de jabalí. Fue pionero en España en usar drones para vigilancia y detección de incendios y especies invasoras, y trabajó para la empresa adjudicataria del ministerio de Medio Ambiente como piloto de drones en grandes incendios. Es arquero desde hace 15 años y cazador de toda la vida y fue uno de los pioneros en España en la caza con arco de jabalíes en zonas habitadas, en Altea.

-¿Los jabalíes son un problema ya viejo en Altea?

-Desde hace unos doce años, porque la despoblación y la falta de agricultores va provocando el abandono de terrenos agrícolas que se convierten en masa forestal. Entonces el jabalí va teniendo un mayor hábitat (refugio y comida). Cerezas, almendras, o aguacates quedan abandonados y tiene mucha comida y una zona mucho más amplia donde vivir. Además, el número de cazadores y disminuye la presión cinegética. Su espacio se amplía a y el alimento también y la población de jabalíes se ha multiplicado.

-¿Y por qué van a las ciudades?

-Por varios motivos combinados. Primero, porque los terrenos cercanos a las urbes pasan de ser agrícolas a matorral, y el jabalí tiene alimento y espacio en ellos. Y aunque es una especie silvestre muy huidiza, a medida que crecen su población va produciéndose el impacto de habituación: acaba acostumbrándose al ser humano. Y entonces, para él es una comodidad la ciudad, porque puede comer y dormir cerca del alimento (la basura) sin caminar kilómetros por las noches como antes.

-¿Crece entonces el problema?

-Sí. Y por varios motivos. Hay una mala conducta del ciudadano, sobre todo extranjeros aquí en el sur, porque les resulta gracioso tener especies domésticas y silvestres cercanas. Y les dan de comer. Por otra parte, cuando el jabalí no tiene presión cinegética ni molestias, casi todas las camadas tienen más hembras que machos. Esto se llama habituación de la especie; es un fenómeno conocido. Por eso ahora suelen tener unas ocho hembras y dos machos. Es decir, cada macho dispondrá de unas cuatro hembras, y el nivel de reproducción se multiplica de forma exponencial en pocos años. Además, por el contacto con los humanos van desarrollando impronta social: ven a las personas como algo normal y del mismo tamaño y poder que ellos, y en vez de huir, se sienten con capacidad y tamaño para plantarle cara. Por eso el jabalí puede atacar a un humano si está cerca de sus crías. No tienen miedo a comer de un contenedor ni delante de una persona, ni a plantarle cara o atacarla.

-¿Son animales peligrosos?

-Sí. El fenómeno de habituación e impronta social con las personas las hemos provocado con las políticas mal llamadas ecologistas. Muchas personas nos venían con escritos preguntando por que se mataba al jabalí. Pero cuando les mató a ellos una perrita porque ladró al jabalí que entró en el jardín, o cuando el hijo tuvo un accidente grave en moto porque chocó con uno, el escrito venía en sentido contrario. Había gran cantidad de escritos de agricultores y de vecinos que no podían salir a pasear el perro, porque los perros desaparecían, o aparecían con heridas mortales, sobre todo en época de cría del jabalí. Antes de poner en marcha el plan de control, los ataques eran diarios.

-¿Tenían una gran población?

-Sí, pero además, el jabalí, que es nocturno por naturaleza, por el impacto de la habituación ya comentado, no tiene miedo y sale las 24 horas. Así, animales que trabajaban 8-10 horas, están las 24 horas comiendo, reproduciéndose y moviéndose. Solo por estadística, hay tres veces más probabilidades de un navajazo, una mordida y daños.

-¿Y la caza no consiguió frenar la plaga en la zona de Altea?

-Es imposible. Porque solo se puede cazar en una parte del territorio, y nunca en urbanizaciones, ni cerca. Y estos animales, que son muy inteligentes, dejan las zonas de caza y se van a la zona urbana donde comen y se reproducen con seguridad, y donde no les pueden cazar por distancia de seguridad con las casas.

-¿Entonces no hay solución?

-Primero la administración empieza por las jaulas trampa, pero de una piara de 12 van a entrar dos o tres, y montan tal escándalo que el resto del grupo no entra ni se acercan por allí en un mes. Por tanto, las jaulas son efectivas hasta cierto punto. La directiva europea dice que se instalarán donde no se puedan utilizar armas de fuego. Por eso aquí en Altea se usaron también armas de fuego y no de fuego. Escopetas en zonas no pegadas a las casas (no rifles porque las balas llegan a más distancia) y arcos cerca de las casas. Porque además, con las jaulas, cuando se capturan, ¿a donde se llevan? Nadie los quiere en otras zonas y hay que anestesiarlos para transportarlos, y sacrificarlos y eso es complejo.

-¿Y como funcionó el plan?

-Se le presentó un proyecto a la consejería de medio ambiente. El guarda forestal va supervisando y en todas las zonas rurales o que ya son forestales se cazan siguiendo las normas. Donde hay una zona de seguridad a más 50 metros de las viviendas, con escopeta. Y los arcos en zonas de urbanización y zarzales en medio de chalés, para poder disparar de noche y sin ruido.

-¿Cómo se organizan?

-El tirador o arquero va a un punto georeferenciado, no se mueve de allí, está vigilado por el guarda, y hace informe y registro de la pieza abatida con foto incluida. Refleja si es macho o hembra, tamaño ... Y si los animales cambian de sitio se buscan otras zonas, siempre con autorización.

-¿Como lo acepta la población?

-Al principio hay más reticencia, pero una vez que se pone en marcha y se ve que funciona a la perfección, se acepta en general. Todos los años abatimos unos cien animales en el municipio. Aproximadamente el 10% de cada piara. Si cada grupo tiene diez ejemplares, abatimos uno. Es poco, por eso hay que seguir cada año.

-¿Es violenta la caza con arco?

-No hemos recibido una sola queja por disparos, ni por jabalíes heridos. En un 85% de los animales que se abatieron con arco, aparece el cuerpo. Suelen caer a entre 30 y 50 metros del lugar donde se les disparó. Se hace a una distancia de tiro de entre 10 y 15 metros y por la noche. Una vez impactado por la flecha, salen corriendo unos 30 o 40 metros y suelen morir entre uno y dos minutos después. Con una herida de escopeta tarda más. Muchas veces ni se enteran que los abatimos: se asusta con el impacto de la flecha, da unos saltos y cambia de sitio pero sigue comiendo. En breve sufre un fallo multiorgánico y cae muerto. Con los jabalíes urbanos, el arco es muy efectivo