Los catedráticos neocatólicos de la Restauración: 1862-1902

antonio prado gómez LUGO

LUGO

Fondo del instituto Lucus Augusti

Portabales y Laverde Ruiz, las caras de la renovación generacional del equipo docente

10 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Instalado en la capital para el curso 1862-63, el Instituto pasaría una década en los locales cedidos por el Ayuntamiento mientras no se decidía su traslado al edificio de reciente construcción que se convertiría en Palacio de la provincia y en el que durante casi ocho décadas compartiría dependencias con la Diputación.

Coincidió el regreso a Lugo con la llegada de nuevos profesores entre los que destacarían dos jóvenes docentes: Gumersindo Laverde Ruiz y Valentín Portabales Blanco, lo que suponía una renovación generacional con respecto a los viejos profesores que pervivían del período monfortino, como Francisco Serrano o Francisco Fariña, pero no tanto un cambio ideológico profundo. Aunque podamos considerarlos docentes jóvenes y entusiastas, no podemos asegurar que estuviesen en la vanguardia educativa, ya que casi todos los profesores de esta época estuvieron impregnados del profundo espíritu reaccionario y clerical dominante en la Restauración, el mismo que hizo que Nicolás Salmerón los calificase, durante su destierro en Lugo en 1875, como «momias o carlistas», con una única excepción que no menciona. Este monolitismo apartó de las aulas lucenses las grandes novedades intelectuales del momento como el krausismo o el darwinismo pero, sin embargo, la incorporación de aquellos profesores dinamizó en alguna medida la vida cultural lucense impulsando proyectos editoriales y promoviendo sociedades de nueva creación como el Liceo Artístico y Literario de la Juventud lucense.

Gumersindo Laverde Ruiz (1835-1890), fue un auténtico referente de su tiempo y un intelectual muy bien relacionado -en particular con Juan Valera-, un escritor fecundo responsable de un fertilísimo epistolario, profesor de Menéndez Pelayo y catedrático muy conocido de la Universidad de Valladolid. Pero, siguiendo nuestro criterio de «permanecer» más que «estar», no le vamos a dedicar especial atención y nos limitaremos a recordar su condición de director en los momentos del traslado del Instituto a sus nuevos locales de la Diputación y, en todo caso, sus colaboraciones editoriales con el impresor Manuel Soto Freire.

Continuos viajes

El resto de sus actividades lucenses las realizó alternando continuos viajes y siempre en el entendible criterio de abandonar Lugo lo antes posible en busca de destinos profesionales e intelectuales con mayores posibilidades, como los que encontraría en Valladolid o Madrid. La pequeña ciudad provinciana es evidente que no satisfacía sus amplias expectativas y en ella permaneció el menor tiempo posible, dejando aquí escasas huellas.

Valentín Portabales Blanco (1829-1921) representa la antítesis de Laverde, porque él sí dedicó su vida personal y profesional al Instituto lucense, del que fue además generoso mecenas. Tras cortas estancias en los institutos de Ourense y Lleida, llegaría al de Lugo en enero de 1864 como catedrático de Latín y Griego, para ocupar luego la cátedra de Retórica y Poética desde 1873 y convertirse en el más longevo director del Instituto desde 1878 hasta su jubilación en 1918, en un larguísimo periplo docente que ejerció prácticamente sin interrupciones. Era doctor en Filosofía y Letras y miembro de múltiples Sociedades, pero sobre todo un auténtico personaje dentro de la vida lucense, como recordaría desde su perspectiva de estudiante el escritor Ánxel Fole. De hecho, durante cuarenta años fue la primera autoridad académica de la provincia, por lo que resulta inexplicable el olvido que se ha tenido de su persona hasta hoy mismo. Sin entrar en pormenores vitales de su prolongada existencia, convendría recordar su generosidad con el Instituto de Lugo, un centro con el que se identificó plenamente y al que donó su bastón ceremonial y su biblioteca, además de financiar los premios que llevaban su nombre con los que durante décadas se recompensó a los mejores alumnos del centro.

Otro profesor de esta época con una reconocida fidelidad hacia el Instituto fue Bartolomé Teijeiro Sanfiz (1825-1906), que desempeñó la cátedra de Dibujo desde 1865 a 1900 después de un período de interinidad que comenzó ya durante la etapa monfortina. Antiguo estudiante del Seminario conciliar, era lucense de nacimiento, bachiller en Artes y perito agrimensor. Fue, asimismo, concejal del Ayuntamiento y un hombre de grandes preocupaciones culturales y artísticas, como también profesor, desde su creación, de la Escuela de Artes y Oficios lucense.

Matemáticas

En los años sesenta, llegaría a Lugo para ocupar interinamente una de las cátedras de Matemáticas

Luis García González

(1843-1893). En los setenta, tras algunos traslados a otros centros, regresó al Instituto lucense para ocupar ya en propiedad la cátedra de Matemáticas y poco después la secretaría, asentándose en la ciudad durante tres lustros hasta trasladarse a Burgos en 1887 y cuatro años después al Instituto de Santander en donde fallecería. Los muy activos años pasados en Lugo convirtieron a Luis García en lucense de adopción. En 1868 se había convertido en uno de los escasos doctores en Ciencias Exactas de España y diez años después ingresaría en la Academia Real de Ciencias y Letras de Cádiz. Como era habitual entre los catedráticos de la época fue autor de algunos libros sobre su especialidad como

Lecciones de Geometría elemental y de Trigonometría rectilínea y esférica

y

Lecciones de Matemáticas Elementales

, que figuraron entre los textos destacados de Matemáticas del último tercio del siglo XIX.

Antonio Prado Gómez es doctor en Historia. Catedrático jubilado del IES Lucus Augusti de Lugo.

Laverde fue un auténtico referente de su tiempo y un intelectual muy bien relacionado

Valentín Portabales dedicó su vida al Instituto lucense y fue un generoso mecenas