Fugas

Javier G. Calleja TRIBUNA

LUGO

24 sep 2017 . Actualizado a las 17:03 h.

Se han convertido en algo normal, cuando de normalidad no tienen absolutamente nada. Más bien, lo que denotan, en una total falta de responsabilidad, y de asunción de esta, cuando alguien es protagonista de un accidente.

Hablo del impresentable comportamiento de aquellas personas que, tras provocar un atropello de un ciudadano o causar desperfectos en otros vehículos, emprenden una desesperada fuga del lugar del suceso, con la pretensión de no hacer frente a sus responsabilidades, en algunos casos con tintes de tener carácter penal.

Parece que, últimamente, está de moda llevarse por delante con el coche a un peatón y, seguidamente, emprender la huida sin prestar el obligado auxilio y asistencia de la víctima. Parece que, entre los practicantes de estas fugas, es guay abandonar a su suerte a la persona herida, tras ser alcanzada por el presunto infractor que maneja el vehículo.

Lo mismo sucede en aquellos casos en los que el guay de turno se lleva por delante uno o varios vehículos particulares o mobiliario urbano: No se detiene, se fuga. Así, si no hay testigos, intenta encubrir sus responsabilidades.

Lo dramático de la huida de las responsabilidades que todos tenemos contraídas socialmente, es que en ocasiones hay vidas humanas implicadas, involuntariamente, en actos presuntamente delictivos por esa minoría “guay” en fuga. En otros casos, causan graves perjuicios económicos a terceros, perjuicios de los que tratan de alejarse a toda velocidad para evitar hacer frente a las consecuencias.

Desgraciadamente, detrás de la mayoría de esas fugas guay se ocultan alcohol y drogas en cantidades suficientes como para enchironar, preventivamente, a más de uno. Salen corriendo y confían en ganar tiempo para que se les pasen los efectos de euforia artificial que presidían sus actos. Conocen sus derechos y, con su irresponsable fuga, desprecian y pisotean los de los demás.