Panorama local: Rocha fuera de la política y la alcaldesa, reprobada

Enrique Gómez Souto
Enrique G. Souto PULSO LUCENSE

LUGO

01 ago 2017 . Actualizado a las 21:50 h.

El funcionario renacentista Nicolás Maquiavelo, uno de los padres de la ciencia política, tenía muy claro que «si quien gobierna no reconoce los males hasta que los tiene encima, no es realmente sabio». Al socialismo municipal y espeso que gobierna la capital de la provincia le ocurre eso; no reconoce los males hasta que los tiene encima. Por eso, la alcaldesa acaba de ser reprobada por la mayoría de la corporación, incluido uno de los grupos que apoyó su investidura.

Los grandes males municipales eran reconocibles ya en el pasado mandato y estaban perfectamente identificados cuando, por accidente, Lara Méndez asumió la alcaldía. Y desde entonces, esos males no han dejado de ir a peor. En lo que queda del socialismo lucense, hace años que de los consejos de Maquiavelo al gobernante se toman algunos, malinterpretados, pero nunca el que avisa de que «el príncipe prudente debe preferir rodearse de hombres de buen juicio a los que dará la libertad de decirle la verdad». En Lugo, ciudad mínima, todo el mundo se conoce: ¿para qué más explicaciones?

A Lara Méndez trató de ayudarla Santiago Fernández Rocha, coherente con el apoyo que desde Lugonovo dio a su investidura como alcaldesa; su oposición basada en propuestas que tenían su origen en la calle, solo le sirvió para desgastarse en el seno de su partido, hasta que tuvo que renunciar. Cada propuesta de Rocha fue aparcada; cada compromiso con él, incumplido, o, al menos, no ejecutado. Y así durante dos años. Rocha ha dejado, escaldado, la política local. Su imagen al abandonar el pleno, dando la espalda sonriente a la corporación mientras saludaba con la mano, es un mensaje traducible en un «¡ahí os quedáis!». Es la imagen de la derrota del ciudadano que un día decidió comprometerse porque entendió que había llegado el momento de hacer algo. Creía, como Margaret Mead, que «un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos pueda cambiar el mundo». No es seguro que aún lo crea, pero sí sabe ya que si algún consejo de Maquiavelo se sigue hoy en política, también en Lugo, es este: «Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo». Los hombres y mujeres de buen juicio son una molestia en política. Y si dicen lo que piensan, más.