La crisis del PSOE y la pérdida de la cultura de partido

Enrique Gómez Souto
Enrique G. Souto PULSO LUCENSE

LUGO

04 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El PSOE está en pleno proceso de autodestrucción, así en Lugo como en el resto de España. Quizá aún puede evitar la catástrofe, pero le queda poco tiempo, muy poco; le queda el tiempo que falta hasta el congreso federal para salvarse o destruirse. Solo sobrevivirá a la tormenta si recuerda el aviso de Rosa Luxemburgo: «No debemos olvidar, empero, que no se hace la historia sin grandeza de espíritu, sin una elevada moral, sin gestos nobles». O eso, o la insignificancia. Desde Lugo, el veterano militante que es José Manuel Díaz Grandío lanzó en la semana que acaba un diagnóstico inapelable: falta cultura de partido.

Grandío, que conoce bien el paño, sabe de qué habla. Al PSOE, también en Lugo, ha ido llegando gente que, como dice el exedil, «non entrou, senón que a foron chamar á porta». No hay partido de izquierda sin cultura de partido, como no hay Iglesia sin catequesis. «A moitos fáltalles traballo dentro», dijo también Grandío, constatando lo evidente. El PSOE, potente instrumento de ocupación de poder, recurrió durante muchos años a cuantos consideró que podían resultarle de utilidad electoral, sin exigir más pedigrí ideológico ni recorrido iniciático que su potencial capacidad de atracción de votos. Y así están las cosas en el PSOE. Cabe a la militancia dirigir la factura a los que, aupados al cargo institucional, prefirieron desmovilizar el partido, al mismo tiempo que desmovilizaban a la sociedad. Se perdió así la escuela del trabajo compartido por un mundo mejor; se perdió, en síntesis, la cultura de partido.

Por falta de catequesis ideológica entraron en el PSOE algunos que le hicieron mucho daño; fue posible porque, perdida la cultura de partido, se perdieron también las enseñanzas y recetas del fundador. Pablo Iglesia Pose, el tipógrafo de Ferrol, recomendó a los suyos: «Para los cargos públicos, elegid a los mejores y más capacitados y vigiladlos como si fuesen canallas». Y no siempre fueron elegidos los mejores, ni se les vigiló; quién iba a vigilarlos si ya se habían encargado de desmovilizar al partido. Ocurrió en Lugo, por ejemplo. Les suena, ¿verdad? Por eso pasa lo que pasa en la Diputación y en el Concello de la capital. El PSOE, perdida la cultura de partido, se asoma al precipicio. En Lugo se ve muy claro.