Moción de censura, vía intachable pero aún falta de explicaciones

Enrique Gómez Souto
enrique g. souto LUGO / LA VOZ

LUGO

26 sep 2015 . Actualizado a las 21:16 h.

En Lugo, tantas veces laboratorio de Galicia, se ven agrandadas, como puestas bajo el microscopio, las grandezas y las miserias de la política gallega. En Lugo, ¡ay!, la política se muestra con excesiva frecuencia con la fría violencia de la cruz de navajas, bruñida por el roce del sudor de los que se juegan en el envite honra y hacienda. La esperada y, por fin, anunciada moción de censura en la Diputación, y todo cuanto la precedió, son solo episodios del mismo combate político. Son una pugna más entre la derecha, aún potente y correosa, que es el PP y la izquierda dividida y desmoralizada que son el PSOE y el nacionalismo. Para esa izquierda, agobiada por la «otra» izquierda, por la que corre a su mano siniestra, recuperar el gobierno provincial es cuestión de supervivencia. La lícita y democrática vía de la moción de censura nada tiene en sí misma de cuestionable. Pero, en este viejo laboratorio político que es Galicia, hace tiempo que nadie cree en las fórmulas mágicas. Por eso harán bien socialistas y nacionalistas en explicar con detalle los pormenores de su difícil acuerdo, los ingredientes del pacto. Y con más detalle aún deberá dar explicaciones Manuel Martínez, el diputado que en un rasgo de pundonor y valentía exigió para sí lo que le habían dado las urnas: el derecho, al que ahora renuncia, a ser el candidato de su partido a la presidencia de la Diputación. Las frías navajas del deseo de poder brillan más en San Marcos que en ninguna otra sede institucional de la provincia.

Está ampliamente extendido, quizá ya sin posibilidad de cambio en la tendencia, el convencimiento de que la política se ha convertido, si es que alguna vez fue otra cosa, en un ejercicio tan alejado de las nobles reglas de la esgrima como lo está el chirlo nocturno y esquinero. En la Diputación, lo político es, claro, la «actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos», pero, dicho con carácter general, no ejercicio de «cortesía y buen modo de portarse», que también así lo define la RAE; está demostrado que tampoco es escenario para la práctica de lo «cortés y urbano». Quizá por eso pasa lo que pasa. Tal vez por eso, el diputado Martínez, cuando ejercía la portavocía socialista, forzaba hasta el límite del «buen modo de portarse» sus puyazos a la popular Elena Candia. Quizá porque, incluso entre los suyos, se interpretó la forma de actuar de Cacharro, tantos años presidente, como «cortés con frialdad y reserva, cuando se esperaba afecto» aún no tiene una estatua que recuerde lo que hizo por el campus universitario. Cruz de navajas en la Diputación y por la Diputación. El PSOE y el BNG midiendo de nuevo sus fuerzas, sabiéndose condenados a entenderse contra el PP, condenados a ser el cojo y la muleta. Vuelven -si es que vuelven- al gobierno por la democrática vía de la moción de censura, y vuelve el Bloque a gobernar una institución que quiere ver desaparecer.

Retorna, si Martínez no lo impide otra vez, Antonio Veiga a sus cosas, mientras andan los papeles del Deportivo Lugo recorriendo el camino del juzgado. Vuelve Martínez a sus Vías y Obras y, también al Parque Móvil, con su muro nacido huérfano de las exigibles bendiciones municipales. Regresan -si Martínez lo permite- los socialistas a su Centro de Recría, al Escorial que es la nueva sede de la UNED, y así; vuelven a tantas cosas que tuvieron que dejar en junio, cuando aquello de Martínez que hizo presidenta a Elena Candia. Y volverá el PP a su añoranza del poder y de los días de Cacharro, aquellos en los que Lugo era el sitio al que el Partido Popular miraba desde Madrid para aprender cómo se ganan elecciones. Ahora, de nuevo el PP será oposición; será lo que es en el Concello de Lugo. Sí, allí donde la alcaldesa imprevista, Lara Méndez, ve un faro de esperanza en San Marcos, ese casón que soñó gobernar, como se dice que la España invicta veía en la lucecita de El Pardo. Quizá así, con algo de ánimo transfundido desde San Marcos, se supere la preocupante astenia municipal. El renovado y mínimo equipo de gobierno del Concello precisa apoyo y lo recibirá desde la Diputación, allí donde José Ramón Gómez Besteiro rozó el cielo del poder antes de aterrizar de bruces en el purgatorio de los políticos. En la Diputación, sí, el poder volverá a cambiar de manos el próximo día 8, si Martínez no lo impide. Los lucenses esperan de Manuel Martínez, del PSOE y del Bloque Nacionalista que muestren la fórmula de su pacto. El microscopio está sobre ellos en el laboratorio político de Galicia que es Lugo.