Lugo, donde lo nuevo es polémico y los servicios desaparecen en silencio

Enrique Gómez Souto
enrique g. souto LUGO / LA VOZ

LUGO

16 nov 2014 . Actualizado a las 04:59 h.

Lugo, algunas veces, pocas, estrena algo. En Lugo, cuando la ciudad está de estrena, hay mucha agitación, un ir y venir de recados, un revuelo de opiniones, un ambiente como de corro en el que se apuesta sobre cuánto durará lo nuevo. Ahora se estrena la escalera recién instalada de la Plaza de Abastos y hay quien teme que no se ajuste a la normativa urbanística, quien sospecha que será resbaladiza y traicionera; hay también quien abomina de la modernidad que excluye la cantería y así. Sobre la escalera de la Plaza de Abastos pasa la pesada carga que viaja en el camión de la crisis, del paro, de los recortes y de la corrupción. En sus discutibles peldaños y en sus inquietantes cristales cuaja el malestar social. Duelen en carne lucense la caídas en la escalera pagada con fondos de la UE de la emigración y los salarios de miseria. Orozco, en plena tormenta, se sube a ella, se hace la foto sin caerse ni nada, y apenas pisa la calle le pone deberes al presidente Núñez Feijoo para que no olvide que la Constitución consagra el principio de la presunción de inocencia. Y para que después de lo de Ferrol deje de señalar con el dedo al alcalde de Lugo por el asuntillo del caso Pokémon. Cuando está de estrena, a Lugo le molestan las costuras de lo nuevo. Así en lo político como en lo social.

Sobre las reformas en la Plaza de Abastos, edificio diseñado por Maquieira, parece pesar algún maleficio. Allá por los primeros años 90 del siglo pasado, tres jóvenes pero ya entonces, conocidos arquitectos, pilotaron una rehabilitación que, con pocos cambios, es la que llegó hasta la actual reforma. La empresa que en aquel momento ejecutaba la obra tuvo problemas, el asunto acabó en la vía judicial, y los arquitectos pasaron un mal trago. Ahora, apenas terminada la primera fase de la nueva reforma, la escalera instalada en el acceso desde Santo Domingo desata una viva polémica. En el perfil político-institucional, el debate tiene cierta curiosidad, porque todas las administraciones implicadas dieron el visto bueno al proyecto. Pese a ello, el portavoz del PP, Jaime Castiñeira, cree que la escalera incumple lo dispuesto en el plan especial del casco histórico. La réplica del gobierno local estaba cantada: el proyecto lo diseñó Mercasa, empresa pública, sobre la que algo tiene que ver el Gobierno presidido por Rajoy; Patrimonio, es decir, la Xunta de Feijoo dio el visto bueno al proyecto. En el perfil ciudadano, la escalera suscita dudas en cuanto a los riesgos que pueda entrañar para los peatones y protagoniza un animado debate acerca de su diseño.

Cuando Lugo estrena algo, hay debate. Seguro. Ocurrió con la rehabilitación del puente romano de San Lázaro y su peatonalización. Ahora, en San Lázaro está de nuevo caldeado el ambiente. Esta vez no es por culpa de algo nuevo, no; esta vez es porque hay vecinos y comerciantes hartos de que los cacos se lleven lo que no les pertenece. Y eso, claro, enfada mucho a la gente, lo mismo da que sea de A Ponte que de Garabolos. Es seguro que el subdelegado del Gobierno, Ramón Carballo, no echará en saco roto la preocupación vecinal y tomará las medidas convenientes para devolver el sosiego a los residentes en San Lázaro. La seguridad ciudadana, o, mejor dicho, la sensación de inseguridad ciudadana, puede ser un factor relevante a la hora de que los lucenses decidan qué papeleta meten en la urna de las elecciones locales. Y la seguridad depende del Gobierno, o sea, de Rajoy: del PP.

Lo que no depende de los populares, sino del PSOE, es la solución del lío que ha dejado a Lugo sin los quioscos dotados de servicios para uso público: Praza Maior, Santo Domingo y A Milagrosa. Fueron instalados mediante convenio entre una confederación de asociaciones y el Concello. Parece que las cosas no les fueron bien a los quiosqueros y cerraron. Y al hacerlo han dejado a tres plazas sin urinarios públicos. Es, qué duda cabe, una notable carencia urbana. En el caso de la Praza Maior, un poco menos, que el propio alcalde recuerda que en la casa consistorial hay servicios de uso público. Bajo el pavimento, en la Praza Maior, están sellados los viejos urinarios acumulando años camino de alcanzar la consideración de restos arqueológicos. En Lugo, en su plaza noble, bajo el pavimento no está la playa que buscaban los jóvenes rebeldes del 68; no, en Lugo, la utopía es un mingitorio fuera de servicio. Y la escalera que estrena la Plaza de Abastos el más alto asunto a debate.