La etapa romperá la calma de un territorio lucense envuelto en la paz de la montaña

Manuel Herrera LUGO/ LA VOZ

LUGO

Un aficionado belga, en la ladera de la montaña.
Un aficionado belga, en la ladera de la montaña.

31 ago 2012 . Actualizado a las 20:08 h.

La paz y el sosiego gobiernan Os Ancares. Cada aldea, cada rincón, cada ladera desprende una sensación de calma, extraña en los tiempos que corren. La Vuelta a España, que atraviesa mañana esta zona rural, montañosa y tradicional como ninguna, romperá mañana la dulce monotonía en la que se halla instalada la escasa población que habita el lugar.

Los coches, el gentío, el bullicio, el estrés, la prisa, la televisión y el resto de la caravana mediática que acompaña a la prueba ciclista por antonomasia del país inundarán un territorio en el que, habitualmente, impera el silencio. La montaña, hasta que alcanza cierta altura, fluye entre una frondosa vegetación, una arboleda interminable, sin fin ni hacia abajo ni hacia los lados, y los habitantes de la zona se contagian del ambiente.

Sin embargo, en parajes como Murias, el último pueblo de Lugo antes del inicio del último puerto, sus gentes aceptan de buen grado el paso de la Vuelta. Aladino Fernández, conocido como el Cañeiro, vive con «ilusión» la llegada de la carrera, que ya estuvo en el pueblo el año pasado. «Salimos en la televisión y eso es bonito para nosotros. Ten en cuenta que aquí queda muy poca gente», afirma el lugareño.

Cañeiro sabe de lo que habla. En los meses de verano, la población del pueblo, el más habitado de la zona de Rao, supera los 150 habitantes, pero en los meses de frío, que en esta vertiente montañosa, ataca con fuerza, apenas alcanza los 30. «Está bien que llegue la Vuelta, pero echamos en falta que la televisión transmita más planos de la zona y que le dé más importancia a los paisajes, como en el Tour de Francia», sostiene Vanessa Fernández, una joven muy comprometida con el desarrollo de la zona.

La ilusión del hombre de mediana edad y la satisfacción a incompleta de la joven se convierten en sorpresa para un habitante de Coro, que a sus setenta años, tras vivir cuarenta en Barcelona, no comprende la razón que empuja a sus responsables a llevar la Vuelta a la zona. «Esa gente lo que busca es el negocio y aquí no lo hay, pero, bueno, vendrá la familia e iremos a ver la etapa por la zona», comenta Ramón Gómez, que según su tío «es el sabio del pueblo».

Alberto Contador, Purito Rodríguez, Alejandro Valverde y compañía dejarán a un lado Murias y Coro antes de afrontar el ascenso final al puerto de Os Ancares. Un kilómetro más allá de la base de la ascensión, las figuras de la bicicleta dirán adiós a Galicia y enfilarán, con una prisa casi desconocida en la zona, el tramo decisivo de la jornada.

La carrera viene y se va, como una estrella fugaz, pero Os Ancares sigue en pie, imponente; abrupto, pero tranquilo. La zona presenta posibilidades por explotar, numerosas rutas y parajes que recorrer, pueblos y gentes que conocer. Las bicicletas pasarán, pero la montaña, permanecerá impertérrita.