La noche en la que los santos se desmoronaron por la sacudida

X. C. lugo / la voz

LUGO

<span lang= es-es >La cruz ya vuelve a estar en su sitio</span>. En la fotografía de la izquierda, el cura recoge los restos de la cruz de fundición que el temblor hizo desmoronar  del campanario. Aguantó infinidad de rayos y truenos, pero no así una sacudida de cinco grados en la escala de Richter. Debido a la caída, dicho elemento quedó muy destrozado. Fue necesario enviarlo a un especialista para que lo reconstruyera. Finalmente, aprovechando las obras de remodelación de la iglesia fue colocado nuevamente en lo alto del campanario.
La cruz ya vuelve a estar en su sitio. En la fotografía de la izquierda, el cura recoge los restos de la cruz de fundición que el temblor hizo desmoronar del campanario. Aguantó infinidad de rayos y truenos, pero no así una sacudida de cinco grados en la escala de Richter. Debido a la caída, dicho elemento quedó muy destrozado. Fue necesario enviarlo a un especialista para que lo reconstruyera. Finalmente, aprovechando las obras de remodelación de la iglesia fue colocado nuevamente en lo alto del campanario. ó cela / F. Follana< / span>

30 ago 2012 . Actualizado a las 20:28 h.

En la recién reformada iglesia de Becerreá vuelven a lucir los santos que en la madrugada del 22 de mayo de 1997 no resistieron la fuerte sacudida sísmica y se precipitaron de sus pedestales. La Virgen del Carmen y el Niño se llevaron tal «fuciñada» que sus cabezas se partieron. El «santiño» recibió la peor parte porque incluso se quedó manco.

San Juan, el patrono de Becerreá, tuvo suerte. Se cayó al vacío pero obró el milagro. Fue de cabeza sobre unas sillas y se salvó de cualquier desperfecto. Pudo volver al día siguiente a su pedestal y lucir en el altar mayor de la iglesia. «O patrón quedou incrustado nas cadeiras como se fora un toro», recordó el sacerdote.

El estropicio ocasionado por el terremoto en la iglesia fue de tal calibre que tuvo que permanecer cerrada al culto varias semanas mientras alguien no revisaba si unas grietas que aparecieron en diversas partes del techo no suponían un riesgo de desplome inminente. Desde luego, con otro terremoto de cinco grados nadie es capaz de lo que hubiera podido pasar en la iglesia.

El temblor de esa madrugada de pánico en toda la provincia incluso provocó que la cruz del campanario se viniera abajo. No resistió tantos segundos de sacudida. En la caída «tronzou coma se fora de cartón», como en su día dijo un vecino. No era de cartón sino de fundición y fue preciso, según recordó el cura, enviarla a un especialista para que la reparara. Ya vuelve a estar de nuevo en su sitio.

«Por fin agora temos todo debidamente consolidado. Aínda que hai que decir que no seu momento a estructura en xeral aguantou moi ben o efecto do tremor», recordó el sacerdote. Ángel Castro lleva 29 años de párroco en Becerreá. Desde hace ya mucho tiempo anota todo cuanto afecta al templo. Tiene perfectamente documentada la «desfeita» generada por el temblor y, gracias a la informática, va conservando todo el material aunque -confesó- no es un apasionado de las nuevas tecnologías. Esas están reservadas a los curas «máis novos».

Don Ángel, aunque reconoce el servicio que le presta el ordenador, asegura que todo lo relacionado con bautizos, matrimonios y defunciones, lo anota en los libros eclesiales. Para eso solo vale el boli o la pluma, no las nuevas técnicas.