Un monumento portentoso con un entorno mejorable

Manuel Herrera LUGO / LA VOZ

LUGO

MANUEL HERRERA

Las zonas anexas a la Muralla de Lugo generan una sensación de dejadez

08 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Dicen que una buena película ha de tener un argumento sólido y fuerte en el que se base y se fundamente la historia. También, debe contar con un protagonista que sea capaz de llegar a la gente de manera directa, alguien que genere empatía. Ambas cosas son claves a la hora de realizar una buena película o de contar una buena historia, pero también lo es el ambiente en el que se desarrolla la acción, el marco en el que se encuadra.

Si la cinta en cuestión se realiza en el entorno de una Muralla construida en el siglo III de la era moderna, lo lógico es que su zona anexa esté en concordancia con el monumento que la acompaña. En ese sentido, sería positivo que no existiesen elementos que alterasen la imagen que percibe el espectador.

Esta indeseable circunstancia es, precisamente, la que se da cuando los visitantes se adentran en el adarve de la Muralla de Lugo. Los paseantes se encuentran con un monumento imponente, declarado Patrimonio de la Humanidad, con una piedra esbelta en perfecto estado y con un sendero ideal para pasear a cualquier hora del día, si el tiempo lo permite. Pero, del mismo modo, si dirigen su vista hacia la parte del interior de la antigua estructura defensiva, podrán comprobar, con el contraste visual negativo que supone, el estado ruinoso, sucio y deteriorado de casi toda la zona.

Así las cosas, desde el principio, en la rampa de acceso al adarve situada al pie de la Puerta de Santiago, cercana a la Catedral, el visitante podrá ir comprobando escena por escena cómo el sólido argumento y el gran protagonista en el que se apoya su viaje se ven ensombrecidos por un entorno descuidado y zafio.

De este modo, ya en las primeras escenas, la portentosa Muralla rellena por el resistente mortero de piedras, tierras y guijarros, se halla acompañada por casas derruidas, paredes sucias y carentes de decoro alguno, y pintadas con espray de un dudoso gusto artístico. Los asistentes a tal contraste visual, sobre todo si se trata de la primera vez que disfrutan del referente artístico lucense por antonomasia, giran la cabeza con asombro y murmuran entre sí ante la evidente decepción y el asombro que les provoca la imagen.

Si penetramos un poco más en el argumento, la acción se desarrolla en el tramo que sucede a la puerta del Obispo Odoario, antes de llegar al oasis que supone el edificio que alberga la Diputación Provincial. Hasta ese punto, libre de la dejadez y de la suciedad, encontramos jardines descuidados con hierbas sonrojantemente altas, ladrillos desperdigados, tejados hundidos y puertas arrancadas, además de las pintadas, una constante a lo largo de toda la historia.

Sorpresa

Una vez el argumento avanza más allá del edificio institucional, regresan las miradas de sorpresa de los espectadores primerizos, que observan el espectáculo de dudoso gusto sin apenas dar crédito a los escombros, los palos, la basura y la dejadez y suciedad en general que presentan las zonas anexas al monumento declarado Patrimonio de la Humanidad.

Así, cuando llegan los créditos finales, los espectadores salen, por la misma puerta que entraron, ante la mirada del Apóstol Santiago, con la sensación de haber visto una buena película mal ambientada, y, quizá, con las ganas de que el filme hubiese explicado más cosas. La ausencia de información es otra de las circunstancias que sorprende si uno se adentra en el adarve de la Muralla de Lugo, ya que ni un solo cartel, ni un mero tablón informativo, ni ningún elemento similar acompaña al camino en este viaje de contrastes.

Reportaje

Pintadas, casas derruidas, tejados hundidos y suciedad son la tónica general