Meira, joya histórica

José Ramón Ónega

LUGO

03 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

En las tierras del naciente Miño el monacato alcanzó cumbres mágicas. La fundación de Meira surge cuando un grupo de monjes bernardos del Císter, levantan un monasterio en estos parajes encantados. Dice la tradición que lo hicieron con piedras de otros modestos cenobios, como Mosteiro, que salpicaban Pol, pequeña Tebaida, o Ribeira Sacra. La toponimia y los restos arqueológicos no engañan: en Mosteiro, en la puerta de la actual iglesia, aparece la piedra ajedrezada románica de una arquivolta. En Cirio, canecillos y una inscripción valiosa del XII. Fraialde delata origen monástico de frailes. Valonga tiene la misma cuna. Todos estos pequeños cenobios desaparecieron o perdieron importancia absorbidos por la fundación de Meira. Gusto yo de imaginar, como Cunqueiro, a los abades meiregos a lomos de pacíficas mulas visitando las tierras de A Pastoriza y Pol. O aquella mítica escuela de Teología y los enanos que divertían a la comunidad monástica. Yo cuando voy a Meira, me siento en la plaza contemplando el bellísimo rosetón de la fachada, los herrajes y los fuertes muros. Y escucho al abad Vidal parlando en lengua franca. Meira, como Oseira, Sobrado, Montederramo y otros, no son solo construcciones antiguas sino tesoros del pasado.

Sorprende, por ello, que no haya un solo indicador en la carretera que señale esta joya al viajero y al turista. Tengo yo que hablar con el nuevo alcalde para que ponga un letrero: ?Meira, villa monacal. Visite la iglesia del siglo XII. Joya del románico?. Las joyas se deben proteger, no ocultar. Digo.