«Los hosteleros debemos ser muy humildes, estos años se pecó de soberbia»

Ana F. Cuba BARREIROS/LA VOZ.

LUGO

Este empresario de Reinante gestiona con éxito el legado de tres generaciones. Su ilusión es retirarse en el Hotel Amadora

26 jun 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Desde su despacho en el Hotel Amadora, en San Miguel de Reinante (Barreiros), Juan Ramón Canabal ve el jardín donde jugaba de pequeño, entonces un patatal, y el monte donde cazaba ardillas con los otros niños. Sus bisabuelos maternos ya eran hosteleros. «En 1897 aquí había una parada de posta, la típica taberna de trasiego de ganado y mercancías, equivalente a los bares de hoy», cuenta. Sus abuelos emigraron a Santiago de Cuba. Allí pusieron en marcha varios negocios relacionados con el sector y allí nació su madre, Aurora Reigosa, que fallecería en el parto. Regresaron a Reinante cuando era una niña y se hicieron cargo del negocio del bisabuelo, Casa Amadora, por la abuela, Amadora de Ledo, el apelativo familiar.

De la parada de posta al hotel

En los años 60, los abuelos transformaron la antigua parada de posta en una casa de comidas. El padre de Juan Ramón, el pontevedrés Juan Canabal, tomó pronto las riendas y coincidiendo con el impulso turístico de aquella década convirtió el establecimiento en el Hostal Amadora. «Después, en los 70 y poco, mi padre montó en la playa de Reinante el restaurante Juan y Ramón, famoso por las bodas y los banquetes», relata. Aquello supuso un cambio decisivo, el hostal permaneció como alojamiento -con servicio de comedor únicamente para clientes de siempre y otros que lo solicitaban- y la cocina se trasladó al local construido al lado del arenal. «Mi padre alquilaba una especie de autobús para ir a buscar a sus clientes al hostal y llevarlos a la playa. Cuando subía por el puente tenía que bajarse alguna gente, si no no andaba».

Ya en 1974 instalaron duchas y aseos junto al local de la playa y los turistas salían del hospedaje por la mañana y no regresaban hasta la noche. Comían y cenaban en el restaurante Juan y Ramón. El negocio familiar continuó creciendo -«siempre con continuidad en la planificación del trabajo, pero adecuándose a las necesidades de la zona en cada momento», recalca el actual propietario- y en 1985 iniciaron la construcción de un hotel al pie de la playa de Reinante, A Mariña, que abrió dos años más tarde. «Fue un éxito», subraya el heredero y continuador de la empresa, que ha acometido un proyecto de reforma y ampliación del Hotel Amadora. «A veces manda más el corazón que la cabeza, deshice el hotel y lo levanté de nuevo, respetando la arquitectura original y las estructuras de finales del siglo XIX y la decoración clásica. Cuando acabe tendremos 22 habitaciones y tres apartamentos».

Huéspedes de renombre

La clientela del Amadora, hoy calificado como hotel rústico con encanto, de dos estrellas, es diversa, la mayoría fiel. En tantos años han pasado por este singular edificio de Reinante personajes conocidos como Gabriel Pita da Veiga y Sanz, ministro con Franco y luego con Adolfo Suárez. «Un par de fiscales del Tribunal Supremo, que me criaron a mí, la mujer de uno de ellos todavía vive y viene a casa... Cuando mi madre se puso de parto la llevó a parir a la clínica del doctor Moreda, en Ribadeo, un vicealmirante de la Armada, sus hijos aún se alojan aquí, nos hablamos y nos vemos aquí y también en Madrid», explica. La relación que mantiene con muchos huéspedes «es familiar, no como clientes».

Juan Ramón asumió la gestión de los dos hospedajes y del restaurante a los 30 años. «Nunca me planteé seguir ni dejarlo; estudié fuera y en algún momento pensé hacer otras cosas, pero la hostelería es parte de mi vida y volví porque me encuentro cómodo, estoy en mi ambiente. Me ha dado muchas satisfacciones este trabajo, me gusta hablar con la gente, compartir y sobre todo ver cómo piensan unos y otros», confiesa este hostelero.

En realidad, su vida ha discurrido en torno al hotel. Allí se crió. «Mi infancia fue muy feliz, siempre tuve el cariño de mi familia», comenta con nostalgia. De aquellos años añora a dos personas «fundamentales» en su existencia: «Mi padre y Lola Hermida, con quien se casó en segundas nupcias. Fue la estrella polar en mi vida, estuvo poco tiempo conmigo porque murió muy joven, pero marcó mi rumbo, me enseñó muchas cosas, me indujo a la lectura...». Hay otras dos figuras muy relventes en la biografía de este hombre. «Mi mujer, Marisa, y Celso Currás padre. Él me educó y me enseñó a pensar, estuvo a mi lado de chavalín y me enderezó», afirma, con especial emoción.

Es tiempo de humildad

El empresario de Reinante considera «muy complicado» romper tendencias y acabar con el carácter estacional del turismo en A Mariña. Su referente, afirma, es Cantabria, donde han sido capaces de captar visitantes todo el año, no solo en verano, con una oferta y unas infraestructuras que aquí no existen. «Que las administraciones empiecen a trabajar por traer gente y vender la zona y no por buscarse el voto. Y nosotros debemos ser tremendamente humildes, a veces se ha pecado de lo contrario». La soberbia es mala compañera, más en tiempos de crisis. Cara al futuro, solo espera jubilarse en el hotel Amadora. «Es la ilusión de mi vida».