Las crónicas de la época recogen los dramáticos testimonios de los supervivientes. Muchos habían salido despedidos del vehículo en su caída, mientras que otros consiguieron nadar hasta la orilla o se quedaron a flote sobre cajas de madera que transportaba el autocar. Una información de mayo de 1965, en la que se elevaba a siete las víctimas, daba cuenta de la aparición en el río del cadáver de Camilo Gómez Gómez.
Los restos de la carrocería del autobús siniestrado asomaron de entre las aguas del embalse en otra ocasión, en la década de los setenta, cuando por la realización de unos obras de mantenimiento de la presa el nivel del Sil bajó por encima de los treinta metros actuales. La Ribeira Sacra sonaba bastante menos entonces, y a falta de infraestructuras turísticas y de grupos ecologistas activos en la zona, el secado del río suscitó mucha menos polémica.