La jubilación del hombre récord

Marcos Pichel

LUGO

Nicolás Castro, pionero de la lucha libre en Vilalba, ha decidido retirarse de la competición más de una década después de instaurar su dominio absoluto en España

18 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El dominio de la palabra es uno de los secretos de una buena pedagogía. Nicolás Castro consigue que su interlocutor sienta la pasión con la que vive su deporte, la lucha libre. Por eso no es de extrañar que después de toda una vida dedicada a la competición al más alto nivel, su retirada, anunciada hace unos días, no sea una desconexión, solo un cambio de papel. Del tapiz para luchar, al tapiz para transmitir los conocimientos de quien en una década al más alto nivel no cedió en España no ya un combate o un asalto: ni siquiera un punto. La experiencia de quien buscaba los rivales en el extranjero, como lo acredita su récord de once títulos nacionales consecutivos en la categoría de menos de 96 kilos.

Con Nicolás se empieza hablando de lucha libre, pero se puede terminar en el sistema educativo. ¿O acaso es lo mismo? Para él, como para su hermano Iván, entrenador del Club de Loita de Vilalba, o para su heredero, José Cuba, la lucha libre, el deporte, debe formar parte de una educación integral. «A nós chegáronnos rapaces academicamente defenestrados, de familias rotas e hoxe estudan unha carreira», resalta Nicolás. «Eu creo na ciencia do deporte, que pode axudar en moitos problemas. Noutros países é así», insiste. Lo dice un licenciado en INEF que ejemplifica con lo que sucede en países tan alejados en todo como Estados Unidos y Rusia, donde su especialidad es respetada y venerada.

Un «Quijote»

Nicolás y su hermano pusieron los cimientos para convertir Vilalba, su localidad, en capital gallega de la lucha. Algo que comenzó casi por imposición, relata: «Eu facía moitos deportes. Xogaba a fútbol, a baloncesto... Pero meu irmán, non. Miña nai quixo que fixera deporte, e el escolleu a loita. En tódolos deportes eu era mellor, pero en este non, e por orgullo, autoestima, por demostrar que podía ser mellor tamén...». Y de su pueblo, a convertirse en la primera promoción del Centro de Tecnificación de Pontevedra, donde siguieron camino y aprendizaje, de la mano del técnico soviético Alexánder Kachelaev.

«Non teño a sensación de ser pioneiro. A miña vocación era adestrarme, sempre máis. Véxome máis ben coma un Quijote, que tivo que loitar contra moitos muíños». Les medios, siempre limitados, pero, por encima de todo, la sensación de ser un deportista vocacional. «Chegaron a ofrecerme diñeiro para loitar por outras comunidades, pero nunca quixen. Ía polo estranxeiro e dicíanme: '¿ti canto cobras?'. Nada», cuenta.

Momentos de gloria

Son muchas las anécdotas y los momentos de gloria que desgrana. Cuando en Siberia se sintió como un futbolista. «Agasallábannos con moitas cosas antes de subir a o avión», cuenta. O le paraban los niños en Cuba por la calle: «Porque sairamos en fotos na prensa nunha competición». O repletos pabellones del Este de Europa con miles de aficionados vibrando con los combates. Una inoportuna lesión de escafoides en su muñeca izquierda ha precipitado su adiós a la competición. Pero no a la enseñanza, como saben bien sus pupilos del Club de Loita Stelae, en Santiago, donde reside por sus obligaciones como técnico de la Federación Gallega.