«Por deber, a Franco no le debo ni una beca, que nunca me la concedieron»

Benigno Lázare

LUGO

La última mandataria de As Nogais designada a dedo también fue la primera diputada provincial lucense

13 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Primero, Margaret Thatcher, y a continuación van saliendo en cadena citas de Simone de Beauvoir, Benito Pérez Galdós, Ramón Cabanillas y Miguel de Cervantes, autor de una Biblia que para Angelines de Nogales es el libro recurrente. «Me llaman así porque, aunque nací en Lugo y ahora vivo aquí, mi marido es de allí y pasé 30 años de convivencia con aquella gente, y eso imprime carácter».

Angelines Salgueiro Corujo pertenece al grupo de alcaldesas pioneras en la provincia de Lugo, cuando la designación todavía era potestad del gobernador civil, y fue la primera diputada provincial. Con la llegada de la democracia abrazó la fe conservadora de la mano de don Francisco Cacharro y con el beneplácito de don Manuel Fraga, como les llama, pero conservó un ramalazo rebelde de hija de ferroviario monfortino. Desde que se le encendió la llama de la conciencia política y social nunca se sintió identificada con el Generalísimo. «Por deber, a Franco no le debo ni una beca, que nunca me la concedieron, como le contesté una vez a uno».

De joven, cuando iba al colegio de monjas, le pasaba lo mismo que a la mayoría de los de su edad: «como vivíamos en el ostracismo nos parecía que aquello era lo mejor que había, pero en realidad era un sistema trasnochado». Décadas más tarde tuvo la ocasión de ayudar a superarlo y, según recuerda, como alcaldesa recorrió las parroquias de As Nogais explicando y pidiendo el apoyo en el referéndum de la Constitución, e incluso explicando con palabras sencillas en qué consistía la democracia.

Estudio y destino

Angelines hizo el Bachillerato cuando tampoco eran muchas las mujeres que estudiaban y, como el salario del ferroviario no daba para más, no se pudo marchar a Santiago y estudió Magisterio en Lugo. Con 19 años acabó la carrera, a los 20 tuvo su primera escuela en propiedad en O Saviñao y con 21 se casó. Posteriormente en As Nogais se asentó y también daba clases particulares fuera del horario escolar.

Un día que había amanecido como otro cualquiera recibió una llamada del gobernador civil, José Antonio Barrera Maseda, diciéndole que tenía que ser la alcaldesa. «Yo le dije que no porque, además de no entender nada de política, carecía de dotes». Pero no sirvió de nada ya que la negativa a tan alta autoridad provincial no estaba contemplada en el reglamento al uso y acabó ocupando el sillón de la alcaldía durante seis años, los últimos de la dictadura y los de la transición hasta las primeras elecciones municipales. Llegó con 40 años y todavía siguió como concejala de las corporaciones democráticas hasta el año 1994.

A los abnegados trabajos de la crianza de cuatro hijos y la formación de los de los vecinos sumó las obligaciones municipales. Fue así que en poco tiempo estaba metida de lleno en el problema de la carencia casi total de pistas municipales, asunto del que aún hoy habla con pasión. Las carreteras eran también imprescindibles para poder llevar a la práctica la agrupación escolar, así como la ayuda de Cacharro, al que acudió a ver acompañando a su sucesor, Espín.

De la Dama de Hierro destaca la afirmación de que la mujer que entienda los problemas de llevar una casa está muy cerca de entender los de llevar un país, y de Simone de Beauvoir, que no se nace mujer, se llega a serlo. «Aquí estoy yo», repite cada vez que remata una cita.

La segunda gran sorpresa política fue cuando le propusieron ser diputada provincial; posteriormente asumió con más naturalidad que la incluyesen en la lista del PP al Parlamento. Precisamente, en esa campaña tuvo que estrenarse como mitinera y creyó que le iban a dar un guión. Como no le proporcionaron nada tuvo que improvisar y al rematar el propio Fraga le dijo que desconocía que tenían allí una «excelente mitinera».