San Froilán hace posible que Galicia vuelva a sus orígenes

LUGO

La ciudad ofrece en el siglo XXI las fotos de una fiesta con bases ancestrales

15 oct 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Terminan las fiestas de Lugo y siguen los ecos, los balances y los recuerdos de las noches en vela y las sonrisas eternas en una ciudad que por unos días fue centro de atención del noroeste de la península. Las patronales comenzaron con lluvia y con temor a la crisis. En el primer fin de semana parecían cumplirse los peores augurios: menos gente que otros años, muchos paraguas por las calles y de nuevo la «caza del mantero» como centro de atención. Daba la sensación que las fiestas iban a ser cosa solo de los lucenses. Pero San Froilán está por encima de los chubascos (solo en la tarde del lunes 5 vencía el cielo), de las apreturas económicas de las familias y de la presencia de policías nacionales paseando por el ferial mientras el entorno del Xeral, por ejemplo, sirve de «negocio» para los gorrillas.

Las fiestas de Lugo contiene unos ingredientes que son eternos y que nos recuerdan a todos de dónde procedemos los gallegos: de la aldea. Por ello -sin rubor alguno- podemos ver estampas durante las fiestas imposibles de ver en otras ciudades de Galicia y en pleno siglo XXI: animación con música tradicional por las calles, pulpo a esgalla , barracas grandes donde los mayores vuelven a ser niños, las gaitas tomando el centro histórico hasta altas horas de la madrugada, verbenas que arrastran masas... Desde hace años al programa festivo se le han ido incorporando actuaciones de actualidad que aportan calidad y enriquecen el espíritu lucense de la fiesta. Un concierto tan espectacular como el de Amaral el pasado sábado -no solo por la asistencia- lo demuestra. Igual que en su día lo fueron Carlinhos Brown o Melendi. (Gustos a parte).

Por eso, a esta cita otoñal acuden ricos y pobres, poderosos y vasallos, urbanitas y paisanos, políticos de todo color y electores sin color. Nadie se lo quiere perder. Y nadie se lo perdió en el 2009. San Froilán tiene larga vida, pero será también lo que los lucenses quieran aportar.