La galería de grabados Aguatinta cumple diez años

LUGO

12 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

«Cuando empezamos en Lugo, hace diez años, la gente solo conocía a Castro Gil y el aguafuerte, y es bueno tener un grabador magnífico como él, pero nosotros tratamos de mostrar técnicas nuevas, ampliar horizontes, para que aquí se viesen más cosas; y noto que la gente lo valora». La artista Isabel Somoza resume de esta manera la primera década de existencia de la galería Aguatinta. La sala, que celebrará su aniversario esta tarde, a partir de las 20.00 horas, estrenará también la reforma de sus instalaciones, en la calle Pontevedra. «Doscientos veinte metros cuadrados al servicio del arte gráfico», según detalló ayer Somoza.

La nueva etapa se abrirá con la inauguración de la exposición «Las fábulas de La Fontaine», de Dalí. La serie, compuesta por ocho grabados originales del artista catalán realizados con técnicas de aguafuerte y punta seca, llega a la capital amurallada de la mano de la Fundación Museo de Artes del Grabado de Ribeira.

Además tendrá lugar el estreno del nuevo taller con la presentación del primer curso monográfico que acogerá, y que se celebrará mañana y pasado. El profesor e investigador mexicano Jesús Iglesias será el encargado de impartir un seminario sobre esmaltografía, una técnica nueva en España. En este sentido, Somoza destacó que en los últimos años el centro de enseñanza y exposición se ha centrado en impulsar especialmente el grabado «no tóxico». «En procesos que no son tan agresivos para la salud», explicó.

Grandes especialistas

Los «mejores especialistas del grabado a nivel internacional» han mostrado su sabiduría en cursos organizados por Aguatinta. Entre otros, Graciela Bugatti dio a conocer al público lucense el fotopolímero, un fotograbado que no es tóxico; mientras que el danés Henry Boegh impartió varias clases sobre barnices acrílicos.

«Todo tiene algo de toxicidad porque trabajamos con productos industriales y químicos, pero hay diferencia entre utilizar por ejemplo aguarrás y usar otras técnicas menos tóxicas», señaló la propietaria del centro. «A la gente que empieza le entra el gusanillo, el grabado engancha», agregó. De cara al futuro, tiene un sueño: tener más tiempo para dedicarlo a su obra.