«En el mundo del arte comencé retratando a escritores y a pintores»

Benigno Lázare

LUGO

Lo llevaron de Castroverde a Buenos Aires y triunfó con exposiciones en ciudades de medio mundo, aunque en su tierra natal fue un auténtico desconocido

13 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

A sus 90 años cumplidos en enero, Baldomero Pestana Domínguez está conociendo su Castroverde natal y a su familia lucense. Cuando tenía cuatro emigró a Argentina, país del que regresó su madre a buscarlo, porque ella ya se había marchado antes. Triunfó en el mundo del arte sin que aquí tuviesen noticias de su éxito que, de todas formas, no le vino caído del cielo sino que fue fruto de unas cualidades y de una voluntad de hierro. Tuvo el honor, o lo tuvieron ellos, de fotografíar a Carlos Fuentes, Severo Sarduy, Bryce Echenique, García Márquez, Neruda y una larga lista de personajes conocidos por todos. Tras haber recorrido y expuesto en países de medio mundo, desde hace algunos años vive en España con la rama familiar andaluza, y contactó con la lucense por obra y gracia de esa nueva deidad llamada Internet.

-Usted expuso en países de casi todos los continentes. ¿Cuál es la clave para convertirse en un artista internacional?

-París era, y creo que sigue siendo, la capital del mundo en arte. Si se consigue exponer allí y triunfar, se abren todas las puertas y a mi se me abrieron muchas.

-¿Cómo consiguió llegar a Paris?

-Porque en el mundo del arte comencé retratando a escritores, pintores y a otras personas que me mantenían en contacto con ese ambiente.

-¿Comenzó directamente vinculado al arte?

-Siempre me gustó dibujar y tenía cualidades, pero a los once años aprendí en Buenos Aires el oficio de sastre, que me dio independencia y disciplina. Sin embargo, no me gustaba y por aquel entonces se montó una academia de fotografía muy buena y me matriculé, resultando a final de curso el de calificaciones más altas.

-¿Cambió de trabajo inmediatamente?

-Me fui a Perú y allí comencé mi carrera fotográfica. Hacía bodas y actos sociales, pero con mucha frecuencia tenía problemas para cobrar y decidí cambiar, dedicándome a encargos de empresas a través de una agencia publicitaria. En Lima el mundillo cultural era reducido y, como fotografiaba a muchos artistas, me di a conocer fácilmente.

-¿Le coincidió con el «boom» literario latinoamericano?

-Sí, y de hecho los retraté a todos y trabajé a un nivel muy alto, de modo que también me encargaban trabajos de la ONU, de la Unesco y de otros organismos. En una ocasión incluso vine a España a hacer un trabajo turístico y estuve en Madrid e incluso en Galicia.

-¿Cuando se decidió a dibujar y a pintar?

-Fue por los años 70, porque yo veía las obras de los artistas que retrataba y me decía: «esto lo puedo hacer yo tan bien o mejor».

-¿Recuerda su primera exposición?

-Fue un dibujo que presenté al Salón del Grand Palais de París. A partir de ahí expondría más veces allí y en otos sitios como Bruselas, Copenhague, Bolonia, Rijeka, Seúl, Washington, Lima y en el Museo Bad de Taiwán está expuesta permanentemente una obra mía. También participé en exposiciones colectivas.

-Como dibujante y pintor, usted continuó utilizando la fotografía.

-Sí, la empleaba en lugar del clásico apunte a lápiz. Al fin, ya de muy joven era aficionado a hacer dibujos partiendo de fotos. Seguía un sistema muy clásico que consistía en cuadricular una foto y a partir de ahí hacer un dibujo.

-Algunos de sus dibujos parecen hiperrealistas.

-Si, de todas formas, los hiperrealistas duraron diez años y posteriormente aparecieron otras corrientes con más magestualidad, en las que la pincelada tenía más valor. Ahora ya no hay unas tendencias tan visibles o definidas y a un estilo sigue una reacción a menudo en sentido contrario.