La cosa pinta mal: puede que siga lloviendo hasta el fin de los días

María Viñas
Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Máster de Edición Periodística en la Ecuela de Medios de La Voz de Galicia. maria.vinas@lavoz.es

O son do Camiño. Atlantic Fest. Sin Sal. SonRías Baixas. Resurrection Fest. Portamérica. V de Valarés. Noroeste Estrella Galicia. Festival de Ortigueira. Ribeira Sacra. Carballeira de Zas. FIVEl Loro Facu. Vive Nigrán. Ribeiro Son de Viño. Surfin The Lérez. O Marisquiño. Pardiñas. Nordestazo. Fenerock. Festival de la Luz.

Y los que se nos quedan en el tintero.

Con pasos tímidos pero firmes, Galicia se ha consolidado como tierra de (y para los) festivales: presume orgullosa de musculados proyectos como el Resurrection Fest, que cada año atrae a hordas de fieles de la escena rock desde todos los rincones de Europa, pero también de discretísimas joyas como el Sin Sal que con cartel secreto es capaz de colgar el sold out en la Illa de San Simón en cuestión de horas. De citas urbanas como O Marisquiño, y de singulares proyectos como el Noroeste, que durante una semana convierte en recinto una ciudad entera sembrando de escenarios el callejero coruñés. Contribuyen al entusiasmo la tierra -con espectaculares rincones todavía desahogados, aún por conocer- y la gastronomía: buena, abundante y barata. 

Pero, ay, el tiempo

Plantar una tienda de campaña en suelo gallego es, literalmente, jugársela: el 18 de julio del 2014, las agencias meteorológicas detectaron en Nigrán un total de 219 rayos que obligaron a cancelar el Portamérica. El mismo verano, un diluvio universal convirtió en piscina el puerto de la Illa de Arousa, donde se celebraba alegremente sin una sola carpa el Festival do Norte, y en barrizal el campo de fútbol de Celeiro, donde se cada año se instala el escenario principal del Resurrection Fest. En Vilalba, los termómetros rozan los valores negativos durante las madrugadas de abril, pleno FIV. 

En un festival gallego nunca se sabe: uno puede acabar con una pulmonía a principios de julio en la carballeira de Caldas o con un golpe de calor en la casa natal de Luz Casal en Boimorto ya encaminado septiembre. Las previsiones, de momento, con el debutante Son do Camiño a la vuelta de la esquina, anticipan cirros y cumulonimbos durante una buena temporada. Así que consejo solo hay uno: ser previsores. No estamos en la meseta ni en Benidorm. Refresca todo el año y buena parte, llueve.

Hagamos, pues, la lista de imprescindibles: lo que recomendamos para un festival gallego y alguna sugerencia más para este tipo de tan especiales ocasiones:

El chubasquero

Que no falte. Ocupan muy poco espacio y pueden salvarnos la vida en caso de que al cielo le dé por ponerse feo. Permiten libertad de movimientos, así que el baile y los saltos están más que garantizados. Puestos a elegir, mejor colores chillones: son más divertidos y evitan males mayores, como pérdidas, despistes y confusiones. Estas son nuestras cuatro propuestas:

El transparente: todo un clásico que podrás reutilizar cualquier día de lluvia

Es holgado, resistente, no cala y un básico que tener en el armario para, por ejemplo, ir a caminar con mal tiempo. 

El típico: en todos los colores

El mítico poncho con capucha, que se pliega fácilmente y que viene con una pequeña bolsa para guardarlo. Puede usarse también como alfombra de cámping o refugio de toldo para bloquear la luz del sol. Es bastante amplio, puesto puede cubrir incluso la mochila, y la capucha, ajustable con cordones. Lo hay en azul, en negro, en naranja y en camuflaje.

El más molón: el turquesa

Para no pasar desapercibido, este impermeable unisex largo es una opción estupenda. Si prefieres algo más discreto, también se vende en azul klein, en gris, en negro y en blanco. 

El pro: el Fanorak de North Face

Los que manejen presupuestos generosos pueden optar por un North Face, apuesta segura. Esta, con corte canguro, es un fichaje perfecto para un festival.

O la parka

Directamente. Como si siguiésemos en invierno. Que hay mucho friolero por el mundo adelante. Nos ceñimos aquí a propuestas masculinas -y sí, lo sabemos, poco asequibles pero muy resultonas- porque en el armario femenino esta prenda suele ser ya todo un imprescindible.

Una Merc (que no falte)

En verde es el gran bestseller de la firma londinense, una versión del clásico modelo M-51 al que se añadieron bolsillos frontales, forro en tartán rojo y bajeras ajustables. Pero también la hay en azul marino y en negro.

La North Face

De nuevo, la marca californiana. Esta parka, a pesar de su precio elevado, es uno de los productos más vendidos tanto de su catálogo como de Amazon -acumula 161 opiniones de clientes, todos satisfechos; la mayoría, entusiasmados-. Rellena de plumón de 550 Cuins, abriga muchísimo y es todoterreno: es impermeable, filtra la humedad y evita que el calor se escape. Tiene además múltiples bolsillos y capucha con ribete de pelo extraíble, tanto la capucha como el pelo. Y además es muy bonita. 

La sudadera

Mejor si es con capucha, otro clásico del festivaleo, más por estas latitudes donde solo los valientes se arriesgan con la manga corta a altas horas de la noche. Aquí, optamos por clásicos y por modelos retro, opciones noventeras con el logo, bien grande, tendencia esta temporada:

La Reebok Classics Star

La Fila clásica en blanco

Una Trefoil, de Adidas, bien amplia, que nos gusta lo oversize

Otra Fila, más vintage, sin capucha

Las botas de agua

Para saltar en los charcos sin remordimientos.

ANDY BUCHANAN | afp

Las Hunter: un clásico

Glastonbury y su barro, y Kate Moss, elevaron las Hunter a loco objeto de deseo de todo mortal con entrada de festival en el bolsillo. Y aunque esto no es Somerset, nuestras leiras no tienen nada que envidiar a las praderas del sur de Inglaterra. Así que si buscabas una excusa para calzarte estas botas de agua -con sus calcetines altos y un vestido corto-, esta es la tuya: Galicia, tierra de herbazales y pastizales, de pinares y arboledas, todos ellos sedes de grandes citas del circuito musical. Las katiuskas de goma más emblemáticas son unisex y se llevan altas, pero también a medio gemelo; en verde militar, pero también en estridentes colores; lisas, pero también estampadas.

Para ellos: las más económicas

Unas botas de goma clásicas de caucho y anchas. Sin complicaciones. Perfectas para enfrentarse al agua y al barro.

Las más monas: de lunares

Y las tobilleras

Botín impermeable, con elástico lateral. Perfecto para los días de lluvia. Los hay también en color rojo burdeos. 

El paraguas

Que sea portátil -de dimensiones reducidas-, ligero y resistente.

El más vendido

Es compacto (cerrado ocupa 30 centímetros), pero grande cuando está abierto: un metro de diámetro. Incluye funda dura para guardarlo y en su mango, mecanismo de un toque: un botón para abrirlo y para cerrarlo. Su estructura de nueve varillas lo convierte en infatigable frente al viento y su tela es completamente impermeable. La única pega: el mango, que es corto, pero para un festival es una opción más que válida. 

El que menos pesa

Ultraligero (200 gramos), está disponible en tres colores: rojo, rosa y azul turquesa. Plegado ocupa solo 18 centímetros; desplegado, un metro, como el anterior. Se almacena en una cápsula impermeable con un original diseño.

Bolsas / mochilas

Mantener las pertenencias -principalmente el móvil y la cartera- a buen recaudo es el primer mandamiento del asistente a un festival, tierra hostil, paraíso de los que tienen la mano suelta. Los robos están a la orden del día en este tipo de citas multitudinarias en las que, entre la euforia y las masas, uno suele relajar la vigilancia. Para evitar sustos, lo mejor son los bolsillos, siempre delanteros o interiores, pero en caso de necesitar más espacio y preferir bolso o mochila es importante tener presente que habrá que incrementar el control: ambas opciones son traicioneras, poco seguras, y se prefiere a cualquiera de ellas la riñonera, más hermética y cercana a nuestra anatomía, infalible ante los tirones. Si aún así no nos convence este trasnochado complemento que tantos amagos de volver a ponerse de moda acumula, estas son nuestras dos sugerencias:

La bolsa de red

De fiable tiene poco y de cómoda, menos, pero este verano la bolsa del mercado de toda la vida se ha convertido en un imprescindible de los looks urbanos, de la playa y también del festival.

Al problema, sin embargo, ya le ha salido solución: el saco de red se lleva con otro bolso dentro que garantice la protección de nuestras posesiones, un clutch o una cartera de tamaño medio para almacenar llaves, monedas, móviles y todo tipo de objetos de primera necesidad. A pesar de que el mundo de la moda se ha vuelto completamente loco con este complemento -las redes hechas bolsas se venden en algunas marcas por cientos de euros-, Amazon, todavía cuerdo, cuenta con el hit de la temporada por menos de diez euros. Tras la cita musical podrás reutilizarlo, además, como saco de la compra y evitar así el consumo de bolsas de plástico.

La mochila de tela

Nuestra segunda opción es la clásica mochila de tela con cordones. Aunque se lleva a la espalda, para un festival lo más recomendable es colocarla en la zona delantera, en el pecho. La favorita, la Adidas Trefoil: la hay en rojo, en azul y en negro.

El antifaz

Dormir en un festival es misión imposible: el ruido, el saco de dormir, la cama sembrada de muelles del hostal de turno, los mosquitos, el calor (aquí, el frío) y la luz. Porque nadie repone fuerzas de noche en una cita así: los conciertos acaban tarde y la fiesta se alarga con sesiones de pinchadiscos, con conversaciones al amanecer, con mañaneos. Sin saber muy bien cómo ni cuándo, se hace de día y el sol se instala, tan ancho él, en todo lo alto del cielo. A ver quién pega ojo entonces.

El antifaz es en estos casos el mejor aliado: la única esperanza para echar una cabezada. De todos los disponibles en Amazon, este modelo es el que mejores valoraciones acumula: asequible, cómodo y funcional, con goma ajustable, relleno blando que se adapta al contorno de los ojos y tacto suave. Y lo más importante: opaco al 100 %. No deja pasar ni un poquito de claridad. Un must

Para la resaca

Los antifaces tienen una segunda vida: no solamente sirven para dormir. Hay quién también recurre a estas máscaras para aliviar jaquecas, relajarse, desconectar de una agotadora jornada de trabajo. Trasladado a un festival, este uso se traduce en el mejor remedio para las resacas. 

Este tipo de antifaces de silicona suelen estar rellenos de gel que debe enfriarse previamente en el congelador. Su contacto con la cara, con la frente y la zona de los ojos resulta analgésico para los dolores de cabeza que sobrevienen a una desmesurada ingesta de alcohol. Toma nota: también es perfecto para batallar con las ojeras y con las bolsas, y en caliente, para aliviar la sequedad ocular y el cansancio -calmante tras muchas horas frente a una pantalla- y ayudar a conciliar el sueño. ¿Cómo se calienta? Sumergiéndolo en agua a 90 grados, antes de que hierva, o en el microondas. 

Y los tapones

El otro imprescindible para poder pegar ojo en un cámping atestado de gente o en un alojamiento precario son los tapones para los oídos. Estos son los mejores en cuanto a aislamiento de ruido, pero también a durabilidad. El pack incluye cinco pares dentro de una práctica bolsa con cierre tipo zip. Se ajustan totalmente a la cavidad y no se deforman.

Pelazo aunque llueva

Evitar el incómodo encrespamiento, tan común por estas latitudes, es posible. Para eso se formularon los anti-frizz: tratamientos, bálsamos, aceites, ampollas, acondicionadores que combaten la humedad. Proponemos dos: el Total Results Mega Sleek de Matrix y el 3 Minute Miracle Frizz Remedy de Aussie.

Total Results Mega Sleek de Matrix

Es un champú que doma el cabello más rebelde. Especialmente recomendado para melenas decoloradas o castigadas por tintes y planchas. 

3 Minute Miracle Frizz Remedy de Aussie

Uno de los favoritos. Deja el pelo hidratado, pero sin encrespamiento.

Envases cómodos

Para tener los líquidos de aseo a mano, fácilmente localizables, lo mejor es dosificarlos en pequeños botes que no ocupen mucho espacio y que resulten más que suficientes para tres o cuatro días, lo que dure el festival. Este kit es perfecto: permite llevarlos colgados de cualquier agarre, su cierre evita que se derramen y su tamaño es el adecuado para reutilizarlos en viajes futuros, especialmente si implican trayectos en avión.

Una batería portátil

Drama: quedarse sin batería en el móvil. A pesar de que muchos eventos musicales habilitan zonas para cargar el teléfono -taquillas o cabinas con enchufes donde dejar nuestros smartphones reponiéndose del chute de actividad-, el previsor siempre va a llevar las de ganar: las clavijas estarán abarrotadas, te exigen estar mínimamente pendiente de tu cacharro y ¿qué pasa si la pila se acaba en plena noche, en la tienda de campaña, o en el coche, en medio de la nada, mientras Google Maps te está indicando meticulosamente el camino? Siempre, siempre, hay que llevar encima una batería externa. 

Este modelo es hoy uno de los más potentes del mercado: su relación calidad-precio es excelente. Da para cargar el teléfono entre cinco y seis veces -un iPhone7, siete veces,un Galaxy S6 cinco y un iPad Mini 1 hasta tres veces-. Y carga muy rápido.

El palo-selfie

Un habitual de los festivales del siglo XXI. Este, una sola pieza que evita el engorro que supone tener que montarlo, es el más vendido en Amazon. Pequeño y fácilmente manejable, cuenta con sujeción en forma de «U», que no ocupa demasiado espacio y es ajustable. Los usuarios también destacan con entusiasmo su perfecta sensación de agarre.

¿Y si sale el sol?

Una gorra Goorin

Unas Vans Old Skool

Una chanclas como las de papá

Un bañador (de patos) de Aqüe Apparel

Y una gafas de sol: unas Ray-Ban Clubround Classics, por ejemplo

PARA SABER MÁS